Karlos regresó a su sillón, suspirando al dejarse caer sobre el asiento.
—A partir de ahora te olvidarás de Vlachos y todo el dinero que te da. Te perdonaré la vida, pero no te vuelvas idiota, tienes que hacer lo que yo te diga.
El sujeto, un rumano que residía en Turquía desde hace años, siendo p