—A tu amante. Dilo. —lanzó ella entre su llanto, secando su cara una y otra vez.
Él no dijo absolutamente nada.
«Hay tanto que debo decirte...» pensó él.
—Ella y yo no fuimos nunca nada. ¿Amantes? Jamás te engañé hasta ese día —reconoció, hablando sobre el acostón del cual no se acordaba, el mism