—¡Val! —Nick no supo de qué forma ahogó aquel grito, pero la alcanzó en un segundo y la levantó en brazos, acostándola en la cama—. ¡Val, por Dios!
La sacudió con toda la suavidad que los nervios se lo permitían y sintió que el alma le volvía al cuerpo cuando la vio reaccionar un poco.
—¿Nick…?
—