Él estacionó sin responderle y le dio la vuelta al auto para abrirle la puerta.
—Vamos a subir —dijo él ofreciéndole el zapato que ella le había lanzado.
—¡Yo no voy a subir ahí!
—Como quieras —respondió él con calma antes de sacarla a la fuerza del auto y echársela al hombro, como todo neanderta