CAPÍTULO 38 — Necesito que te vayas.
Sofía.
—Todo es bellísimo… —me giré para mostrarle un conjunto blanco preciosísimo a Helena, mientras ella tenía otros tres en su mano.
Ya eran casi las cinco de la tarde.
—Me quiero llevar la tienda… —sonreí, y era indescriptible explicar que la ropa incluso me hiciera sentir a mi bebé en los brazos.
Hicimos las compras, y luego fuimos a una cafetería en el mismo centro comercial. La abuela me estaba comentando del lugar donde viviríamos en Estado Unidos, y como había unas tiendas específicas, cuando vi que su rostro se alzó ante la llegada de alguien.
No sé por qué me estremecí al ver a esa mujer delante de nosotras, pero tomó una silla y se sentó como si fuese nuestra mejor amiga.
—¿Qué haces aquí, Camila? —Miré detrás de su espalda cuando la abuela preguntó, los guardias se pusieron alertas, pero bajé la mirada a ella cuando me miró con detalle.
Como si tratara de buscar algo.
Luego llevó su mirada a las bolsas.
—¿Ropa de bebé? —me puse tensa, pero no dije una sola palabra