—¿Tienes... tienes una hija? —preguntó él con voz ronca y un poco ahogada.
—Sí —respondió Nahia sin inmutarse.
—¿Y qué... qué edad tiene?
Quería que la tierra se lo tragara, solo de pensar que Nahia podía haberse quedado embarazada de él sin que lo supiera en todo aquel tiempo le estrujaba el cor