Tres años después.
—¡Nathaaaaaaannnnn!
Aquel grito de Meli salió coqueto, peligroso y amenazante. Dos segundos después lo veía asomarse por la puerta como un niño que hubiera hecho una travesura.
—¡Soy inocente! —dio nada más entrar a la habitación.
—Tú sí, pero él no —dijo Meli señalando a Rex,