El doctor y Martín se dirigían a la cabaña que ocuparían los muchachos cuando una mujer se acercó a ellos. Venía desde el lado contrario y su rostro reflejaba angustia.
Pablo abrió los brazos y la mujer, al llegar a su lado, dejó que el hombre la abrazara. Estuvieron así unos segundos, mientras Martín se llevaba una mano a la cicatriz de la herida y la rascaba. Aquello se había convertido en una especie de tic que le acompañaba desde el incidente.
Pablo apartó un poco a la mujer y sólo viendo sus ojos imaginó que algo con Jandro no había salido como se esperaban.
—¿Cómo estás?
—No quiere venir, Pablo, no quiere volver a La Colonia.
Pablo le acarició una mejilla.
—Iremos a buscarle. Le convenceremos.
—Hay algo más.
—¿Algo más?
N