Eran más de las tres de la tarde cuando Efrén despertó azotado por una pesadilla. Se incorporó de golpe en la cama, con el corazón latiendo a cien por hora y miró aterrado a su alrededor. En su sueño Jandro, transformado, estaba a punto de saltar sobre él.
Debía de haber gritado, aunque no lo recordaba, porque fue a Daniel a quien vio frente a él, el rostro congestionado.
—Eh, tranquilo, tío, sólo has tenido una pesadilla.
Efrén respiraba agitado. Pasó su mano sobre el flequillo rubio y llenó de aire los pulmones antes de resoplar al volver a dejarlo salir.
—Mierda, tío, ¿qué hora es?
Daniel se acercó a la ventana y levantó la persiana dejando entrar la luz del sol. Volvió su cabeza hacia el despertador que había sobre una de las mesitas de noche.
—Son las tres y vei