Martín abrió la puerta y les miró. No podía esperar más, ya lo había hecho mientras Efrén y Pablo hablaban, pero ahora Milita había vuelto totalmente en sí.
—Doctor, siento interrumpir, pero Milita ha despertado y no está de muy buen humor.
Pablo miró hacia el muchacho y sin perder un segundo salió disparado por el pasillo hasta llegar al cuarto en el que Milita intentaba soltarse mientras Daniel y Efrén trataban de detener sus convulsiones.
Pablo preparó rápidamente otra dosis de tranquilizantes. La noche estaba terminando, así que rebajó la cantidad.
Raúl y Angélica entraron en el cuarto tras Martín. La muchacha se llevó una mano a la boca en un gesto instintivo mientras se impactaba ante el gesto consternado de la pequeña Milita.
Pablo les explicó rápidamente que la ch