CAPÍTULO 61

Entonces, ¿no era un juego? ¿No estaba jugando? Parecía que nunca iba a confiar en él. ¿Qué más necesitaba para entender lo culpable que se sentía Diego por lo que le hizo años atrás? Ahora, la que parecía estar jugando con sus sentimientos era ella. Una noche apareció en el hotel donde él le había pedido que estuviera, Diego le había confesado sus sentimientos y ella le permitió amar cada parte de su cuerpo y al día siguiente, estaban allí como dos extraños sin nada en común aparte de la posibilidad de que Diego saliera de allí siempre y cuando no dijera nada en contra de Camila. Cameron tenía que estar volviéndose loca. No había forma de que Cameron se pusiera del lado de su hermana después de toda la mierda que le había hecho pasar.

Levantándose de su asiento, Cameron lo miró por última vez. —Buena suerte, Diego Ferrer. De verdad que te deseo lo mejor—. Y se marchó antes de que se le saltaran las lágrimas y Diego se diera cuenta de la verdad que había detrás de aquellas palabras.

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