Subir la colina era algo mm ¡Horrible! Me dolían los pies, mi espalda me mataba por todo lo que traía en mi morral y ni hablar de la sed y el calor que tenía. Y lo peor, solo estábamos en la mitad del camino todos estaban tranquilos y contentos yo era él único que se quejaba hasta para respirar.
—¿Ya llegamos?
—No.