LEA
—Santísima m****a —gritó Alana observando con detalle mi apariencia, tomando el lugar de una madre orgullosa de su hija.
Mis ojos están fijos en la chica que está frente a mí, veo mi reflejo en el espejo y se siente como si la persona que era con la imagen que mostraba, fuera totalmente una desconocida.
—No soy yo —digo en tono apagado pese a que al final no me resultaba tan desagradable mi aspecto esta noche.
—Vamos, no seas aguafiestas, te ves encantadora, mira esas tetas —Alana bromea señalando mis pechos—. Tendrás a más de uno a tus pies esta noche.
Frunzo el ceño.
—Sabes bien que no me importan los ch