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Al día siguiente, Albana y su familia asistieron al funeral de la niña. Albana podía comprender, hasta cierto punto, el dolor que los padres de su amiga sentían. 

El dolor de perder a alguien querido te hace crecer o te destruye por el resto de tu vida. Por otra parte, Albana se culpaba por lo sucedido, se reprochaba que las voces aparecieran aquella mañana y lo ligaba a su pesadilla de sangre y mutilaciones, pero al mismo tiempo, pensaba que la humanidad era deplorable.

Después del funeral y estando ya en su casa, se encerró en su habitación. Recostada en su cama pensó que debía haber algo o alguien que castigara a estos seres, desafortunadamente nunca ha existido verdugo alguno para esos sujetos.

Por cuestiones de salud mental y emocional, Mirna y Polo evitaron que su hija asistiera, durante el resto de la semana, al colegio. En este periodo de recuperación para la niña, s

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