El segundo partido lo gané a una galesa muy alta, simpática y que me regaló el peluche de un osito antes del partido.
-Te admiro, Katherine-, me dijo en un español muy elegante.
-Ay, eres muy dulce-, le dije emocionada, aunque fastidiada porque yo no tenía nada que regalarle para agradecerle el gesto.
Ella jugaba muy bien y aprovechaba sus grandes brazos. Parecían molinos y lanzaba unos pelotazos muy fuertes que me obligaba a hacer un máximo esfuerzo para responder sus remates. Además, gracias a sus largos brazos podía responder a mis raquetazos. Pude ganarle el primer set 6-4, aunque teniendo muchos problemas, extendiendo el parcial por más de una hora.
-Esa chica es una gigante-, me senté en a silla exhalando fuego de mis narices.
-Lo que pasa es que tú crees que todas te van a jugar igual, piensas que todos los partidos son idénticos-, me reclamó Gina.
Heather me secó el sudor que perlaba mi cara. -Yo trato de hacer mi propio partido-, le repliqué.
-Es que tú eres confor