"Irina"
Bajé del carro bajo la mirada atenta de Leonel, entré en esa fila enorme que se extendía paralela al muro de la prisión y hasta creí que me desmayaría. Hasta no sería mala idea sentirme mal solo para salir de ahí. Miraba a ese montón de gente amontonándose ahí para entrar a ese lugar decadente y me costaba creer que la gente realmente hiciera visitas en este lugar.
Eran apenas cuatro o cinco hombres, varios niños y muchas mujeres, mujeres mayores, algunas señoritas, sosteniendo bolsas enormes. La fila continuaba creciendo detrás de mí y era tan deprimente que casi salí corriendo de ahí.
—Ay, mi hija, no vas a poder entrar con ese zapato. —La señorita que estaba detrás de mí habló y me volteé.
—¿Y por qué no? —Quise saber.
—Porque no entra nada de metal y ese zapato tiene metal por dentro. ¿A quién viniste a visitar? —Esa señora me preguntó. La miré bien, parecía tan pobrecita y tan vieja que hasta me dio pena y terminé respondiendo.
—A mi hija. —hablé únicamente.
—Ah, lo