Cuando llegamos al karaoke, el lugar estaba completamente lleno. Levy dio nuestros nombres en la entrada y un chico simpático, empleado del lugar, nos condujo hasta una mesa cerca del escenario que estaba reservada para nosotros, llamando a un mesero en seguida.
Nos sentamos y pedimos las bebidas. Había una pareja en el escenario cantando muy desafinadamente, pero todos en el bar cantaban y animaban a los dos a continuar. Era un ambiente muy relajado, con una energía increíble y todos reían, cantaban, bailaban, aplaudían, silbaban, como si estuvieran en el mejor espectáculo del mundo. El lugar era bonito, con una atmósfera tenue, y la banda era realmente sensacional.
Apenas nos sentamos y Virgínia ya se inscribió para una canción e hizo que todos en la mesa hicieran lo mismo. Cuando me llegó el turno le di largas diciendo que estaba indecisa sobre qué canción elegir.
— Ah, no, Catarina, ni lo intentes. Vas a subir a ese escenario hoy. — Ella exigió.
— Está bien, Vi, pero dame un mi