Estaba muy cansada. La semana había sido muy agitada y no dormía bien; lloraba todas las noches hasta que me dormía. Hablar con Alessandro ayer tampoco ayudó; me dejó aún más destrozada.
—¡Buenos días, amiga! ¿Cómo estás? —Mel entró en la cocina y me sujetó la cara entre las manos, examinándome.
—Estoy hecha un desastre, Mel. El maquillaje es lo que disimula las ojeras. ¡Estoy tan cansada!
Oímos el intercomunicador y Mel fue a contestar mientras yo terminaba de darle el desayuno a Pedro. Estaba distraída mirando a mi hijo, era mi gran amor, y solo mirarlo me tranquilizaba. Sabía que tendría la fuerza para seguir adelante por él. Me miró con una hermosa sonrisa y esos brillantes ojos violeta, y mi pecho se llenó de amor.
—¡Eres el amor de mamá, pequeño! – Le dije, y él aplaudió y me lanzó un beso. Mi sonrisa se ensanchó.
- Cat, es para ti. – Mel salió de la puerta con un enorme arreglo de tulipanes rojos.
Eran preciosos, perfectamente dispuestos en un jarrón de cristal con un lazo rojo