“Alessandro”
No pude dormir, pasé la noche dando vueltas por mi apartamento. A las cinco de la mañana bajé al gimnasio del edificio; necesitaba liberar mucha tensión. Pasé la siguiente hora dando patadas y puñetazos a un saco de arena. A las siete ya estaba en el trabajo.
Aproveché para llamar a Alberto Alencar. Lo conocía y sabía que era de los que madrugan y empiezan a trabajar muy temprano, así que no me importaba la hora. Hablamos largo y tendido, le expliqué brevemente lo que estaba pasando y que buscarlo había sido sugerencia de Catarina. Se alegró mucho al oír su nombre; dijo que era un recurso valioso para él y que su perspicacia era esencial para encontrar pruebas.
Después de hablar con Alencar, recibí un mensaje de mi asesor preguntándome si podía llegar tarde, ya que tendría que esperar a que llegara la niñera, ya que su hijo no podía ir a la guardería. Respondí de inmediato:
“Catarina, quédate en casa con tu hijo hoy”.
La pantalla de mi celular brilló rápidamente con su re