Tuve un fin de semana tranquilo. Levy me envió mil mensajes disculpándose por no poder verme, ya que tenía que trabajar por varios imprevistos.
Mari pasó el domingo con nosotros y mimó a Pedro todo el día. Le había traído un regalo de Londres y estaba encantado. Eran bloques de construcción que reproducían el Palacio de Buckingham, había una pequeña alfombra que simulaba las calles y uno de esos autobuses de dos pisos que son tan comunes por allí. Todo era muy colorido e incluso el autobús se movía con una cuerda y encendía las luces.
—Mari, ¿cómo voy a competir con eso? —dijo Melissa sonriendo, viendo a Pedro estallar en risas de alegría mientras armaba y desarmaba los bloques.
Mari me dio muchos consejos y me preguntó por Levy. Me aconsejó que me lo tomara con calma, porque quizás mi situación con Alessandro se solucionaría. Le aseguré que Levy era un amigo y, aunque quería algo más, mi amor por Alessandro estaba grabado en mi corazón. Pero no podía posponer mi vida y esperar a que