Dos días después
Abro los ojos de golpe, arrepintiéndome al instante. Una luz cegadora es lo primero que mis ojos captan, cierro los ojos rápidamente, sintiendo como mi cabeza empieza a doler.
— ¡Dalila!
Esa voz la podría reconocer a kilómetros, mi amada Luciana.
—No puedo abrir los ojos —anuncio en un susurro, con voz ronca—. Agua.
Escucho movimientos, y el respaldar de mi cama, siendo levantado. Empiezo a sentir una molestia en mi espalda, y es donde recuerdo lo sucedido.
Había sufrido un intento de asesinato.
—Intenta abrir los ojos, tú puedes.
Asiento. Abro lentamente los ojos, adaptándome a la luz cegadora, me esfuerzo por mantenerlos abiertos hasta que me acostumbro. Observo ojeras en el rostro de Luciana y su mirada completamente cansada.
—Lo...Lo siento.
Sonríe mostrándome que todo está bien, lleva el vaso de agua a mi boca y agradezco internamente.
—No veo por qué —responde, alejando el vaso de mi boca y situándolo en la pequeña mesa que se encuentra al lado de mi cama.
—Imag