–Creo que no es prudente que te quedes a dormir tanto– Daniel estaba tocándome la piel desnuda de mi hombro, me miro por encima de sus pestañas.
–¿Eso quieres? – murmuro, no había nada en su voz que me dijera que estaba enojado. –Eso lo que sé, la niña puede acostumbrarse mucho a tenerte aquí. –¿Eso un problema eso? – rayos, no era ningún problema para mí, todo lo contrario, adoraba que se quedara a dormir, me hacía sentir bien dormir entre sus brazos y despertar en la misma posición. Él seguía tocándome, haciendo que mis pensamientos divagaran, mientras me tocaba no podía llegar a formular una oración coherente. –Puede, ya hablamos de esto– le dije. –Yo hago lo que tú me digas– solo habían pasado una semana desde la boda de Arturo,