¿Estás jugando?

"¿Estás jugando?"

La expresión de Irene era muy fácil de descifrar, por lo que Alan simplemente la ignoró y se dirigió a Arturo. 

— Si tenemos un hijo entonces, ¿Seremos dueños? O ¿Simples administradores?

Irene se sorprendió, pero la voz y actitud de Alan de un momento a otro se volvieron profesionales, como si estuviera cerrando un trato o algo parecido. Y, precisamente así, de un momento a otro, todo pasó de un evento familiar, a un trato comercial. 

Y lo peor era, que no le estaban pidiendo en absoluto su opinión. 

Frunció el ceño y miró desaprobatoriamente a Arturo, el cuál reaccionó y se avergonzó un poco. 

Demasiado poco. 

No dijo nada, pero salió de la habitación en el momento y en la salida del hotel, esperó un poco impaciente su auto, mientras movía nerviosamente el pie balanceándolo en su tacón. 

Pensaba en lo que estaba ocurriendo, ¿Como era posible que ambos simplemente la vieran como una mera herramienta? 

Subió a su auto y condujo sin rumbo por varios minutos, apretó el volante varias veces, mientras se mordía los labios. Llegó a un mirador algo lejos del hotel y respiró profundamente. 

— Ok, ya estás casada. Ya es tu esposo, y él, es como tu abuelo, ambos son lo único que tienes. 

El sol ya estaba en lo alto y el hermoso mar azul se veía en la distancia, la brisa cálida y húmeda hicieron bailar su cabello mientras con los ojos cerrados. Trataba pensar un poco y relajarse. 

No podía engañarse, amaba a ese hombre. Sentía que todo lo que pasaba era su más grande sueño, pero al mismo tiempo comenzó a sentir pánico, ¿Qué pasaría si en algún momento tuviera que despertar? ¿Si de verdad todo lo que estaba pasando era una ilusión...?

— ¿...Se- Se encuentra bien señorita?

Abrió los ojos con sorpresa y al girar la vista vio a un hombre casi igual de atractivo que Alan, pero a diferencia de él, tanto su rostro como su perceptible personalidad, se sentían muy cálidas y amables. 

Sólo en ese momento sintió la humedad en sus mejillas, el hombre tenía una mirada gentil y hasta cierto punto compasiva. Irene sonrió y se limpió las lágrimas. 

— Sí, eso solo que...

— No se preocupe, no tiene por qué darme explicaciones. Es solo que la vi aquí, recargada en la baranda, con una mirada de tristeza y confusión, que a cualquiera preocuparía. 

Irene se sorprendió. ¿Tristeza? Su mirada de confusión le sacó al joven una risita. Se cubrió la sonrisa con el puño y con una actitud positiva y amable, se acercó también a la baranda, a una distancia prudente. 

Ambos miraron el panorama con una sonrisa, el tiempo pasó rápidamente y en un gran y confortable silencio.  Irene desde hacía mucho no se sentía tan cómoda con la presencia de alguien. Alan era un completo témpano de hielo, tan serio y estoico que era difícil de interpretar y más cuando se veía molesto, no podía creer que tuviera tan poca paciencia.  

Suspiró nuevamente y se sintió mucho más relajada y tranquila. Miró hacia su costado y el gentil hombre la miraba como si fuera una obra de arte. 

En ese momento se sintió muy incómoda y avergonzada, ¿Ya lo conocía de antes? Trató de hacer memoria, pero le fue muy difícil, aunque le pareciera familiar, también pensó que tal vez era un cliente o alguien de trabajo, trató de no darle mucha importancia. 

Sonrió torpemente, y le tendió la mano. 

— Mi nombre es Irene. Muchas gracias por su preocupación. Ahora, sí me disculpa yo...

Él rápidamente se acercó y correspondió al saludo sin perder la sonrisa, Irene vio en sus cristalinos ojos cafés, un extraño brillo de emoción. Se soltó con un poco de dificultad, y aún más preocupada que incómoda, se dirigió a su auto. 

— Mi nombre es Esteban, d-disculpe, ¿No le gustaría ir a la cafetería del restaurante de la entrada a la ciudad? S.… sé que tal vez no me reconoce, y me disculpo por ser tan insistente, pero...

— Estoy casada, lo siento. 

Al subir al auto, un gran remordimiento la invadió, vio a Esteban con el rostro completamente blanco y una expresión de pérdida y decepción muy devastadora. Le pareció muy incómodo, pero no podía envolverse en algún asunto problemático, lo mejor era mantenerse lo más lejos posible de los problemas.  

Ella no dudó más, y se fue del lugar rápidamente, mientras Esteban en silencio y con el sonido del mar a su espalda, sonrió tristemente y dejó caer sus lágrimas de decepción y dolor. 

— Ya ni siquiera me recuerdas...

Ella bajó del auto nuevamente, estaba por entrar, pero en el vestíbulo vio a Alan leyendo el periódico. Arturo no se veía por ninguna parte y el lugar estaba extrañamente silencioso. 

Escuchó su teléfono y comenzó a buscarlo en su bolso, pero no lo traía, al poner más atención, se dio cuenta de que estaba en la mesa frente a Alan y éste, sin inmutarse continuó leyendo. 

Ella se acercó a tomarlo, pero la mano de él la presionó en el teléfono. 

— ¿A dónde fuiste? 

Irene al recordar a Esteban, sintió una leve punzada de culpa, pero al convencerse de que no había hecho nada malo, respondió seriamente. 

— Sólo fui a tomar aire. 

— ¿Aire? ¿En el auto? ¿Sin teléfono? Recuerda que estás recién casada, la prensa aún no está muy presente en nuestras vidas, pero no pueden vernos separados.

El abuelo nos dejó boletos para la luna de miel, debemos ir al aeropuerto. 

Irene volvió a suspirar, tomó su teléfono y asintió seriamente. Alan satisfecho asintió también, se puso de pie y, cuando ella estaba caminando hacia la salida él le tomó la mano. 

Por reflejo trató de soltarse, pero Alan apretó su agarre y sonrió, Irene sólo pudo escuchar el obturador de la cámara y ver una sonrisa que nunca había visto en el rostro de Alan cerca de ella. 

Básicamente el aura intimidante desapareció, su sonrisa se veía amable y confortable, ni mencionar que se veía... Feliz.

Irene como en días anteriores, se quedó completamente hipnotizada y perdida en esa sonrisa, como si quisiera grabarla en lo más profundo de su mente. 

Lo presentes sonrieron, incluyéndolo a él, que le sonrió directamente viéndola a los ojos, y sin darse cuenta, sintió un ligero pellizco en su barbilla. 

— Sí sigues mirándome así, vamos a darle al abuelo el heredero que tanto quiere mucho antes de lo que crees. 

Al instante Irene abrió mucho los ojos y sintió que, si Alan no estuviera sosteniendo su mentón, habría caído al suelo. Se puso completamente roja, y bajó la mirada al instante. 

— ¡Qué hermosa pareja! 

— ¡Se ven tan enamorados! 

Las fotos y los comentarios llovían uno tras otro, pero Irene solamente quería salir corriendo del lugar. 

*********

Mientras tanto, a lo lejos un chico con una triste sonrisa veía la enternecedora escena. 

— Creí que la boda de Alan te destrozaría, pero, parece que como siempre, me equivoqué. 

Alan y Esteban eran amigos de la infancia, tenían muchos años de no verse, pero Esteban en el fondo, siempre pensaba en Irene, esa penosa niña que siempre veía a lo lejos al ignorante y tonto de su amigo.

Es mejor que todo lo mantengas como hasta ahora, ahora está casada, antes de hacer tus propios planes, debiste hablar con ella primero. 

El hombre que despreocupadamente degustaba un helado, llego como un súcubo molesto detrás de Esteban. Éste, torció la boca irritado.

Entonces, ¿Cambiaste las fechas apropósito?

El hombre se encogió de hombros y respondió muy desinteresado nuevamente. 

No lo sé, puede ser.

Agradece que estamos en público y ella está cerca, o de lo contrario ya estarías en el suelo. 

Sí, definitivamente. Agradecido con el de arriba.

Mientras veía a la feliz pareja, también noto a alguien más a la distancia. Arrugo la ceja, pero después de unos momentos una sutil sonrisa apareció en su rostro. Se dio la media vuelta y se dirigió a su auto. 

¿Ya nos vamos? 

Ya no hay nada que hacer aquí. No tiene caso que permanezca en este lugar. 

Oh, mira...

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