Megan tenía las manos sobre el mármol del lavamanos de su oficina, tenía su mirada en el reflejo del espejo.
―Es lo mejor, Megan. ―se dijo a sí misma, ―Tienes que sacarlo de tu vida.
Escuchó la puerta abrirse ya que la del baño la tenía así.
― ¿Señorita Crawford? ―se miró de nueva cuenta y salió. Su asistente estaba cerca de la puerta, tenía la tableta contra su pecho.
―Dime…―Megan caminó hasta su silla.
―El señor Jones avisó que el señor Warren va a llegar dentro de diez minutos, que se ha atascado en el tráfico de la ciudad.
―Bien, gracias. Avíseme cuando llegué…―la asistente asintió y luego salió de la oficina. Megan se dejó caer en su silla y la giró para el panorama a su espalda, había edificios vecinos, el cielo azul, era las nueve y cu