LA GUERRA DE LA VENGANZA (cuarta parte)

Los dos guerreros fueron enviados a los calabozos donde los turanios habían acondicionado el lugar repleto de artefactos de tortura. A Lupercus le encadenaron los brazos al techo mientras que pretendían violar a Medreth sobre una de las mesas de torturas pero esta se resistía tan coléricamente que necesitaban cinco para retenerla; uno en cada extremidad y un quinto encima de ella que le abofeteaba la cara.

 —¡Deja de resistirte, perra! —le dijo— ¡Te dolerá menos!

 —¡Tócame y juro por todos los dioses que te mataré! ¡Cerdo! —clamaba ella altiva pero el turanio encima suyo sólo rió burlonamente.

 Mientras dos turanios observaban a Lupercus quien mostraba un temperamento tranquilo a pesar de su precaria situación.

 —¿Por donde empezamos? —preguntó un turanio a otro con cuchillo

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