Narrador omnisciente
—¿Cómo te fue en el viaje? —preguntó Zaria, al entrar con una bandeja de comida. Había esperado con ansias este momento, en el que por fin podrían compartir algo después de tanto tiempo separados.
—Bien. Hay nuevos inversionistas en la empresa. —le respondió Kerry, notándose que el cansancio del viaje aún lo afectaba, aunque no dejaba ver mucho de su agotamiento.
Zaria sonrió y asintió con gusto, comprendiendo que esa noticia significaba buenas oportunidades para la manada. Kerry parecía relajarse al hablar de ello, y eso la hacía sentirse más cerca de él, aunque algo en su interior le decía que algo no estaba bien.
—Ayer se inauguró el kínder para los pequeños —comentó ella, intentando que la conversación siguiera fluyendo.
—Luego le iré a ver. —respondió Kerry sin mirar mucho más allá de la pila de papeles que tenía sobre su escritorio. —Primero tengo que revisar los pendientes.
Zaria sintió una ligera punzada de decepción al escuchar su respuesta, pues sabía cuánto trabajo le aguardaba después de dos semanas de ausencia, pero también deseaba que su alfa prestara más atención a su esfuerzo por hacer todo perfecto. Sin embargo, no dijo nada. Se limitó a sonreír, comprendiéndolo.
—He ido a ver el instituto. —comenzó a decir ella, con la esperanza de hablar de algo que él pudiera compartir en ese momento.
—¿Así? —preguntó él distraído, sin levantar la vista de los papeles.
Zaria asintió con entusiasmo, con la esperanza de que su idea fuera bien recibida. —Sí, y he estado pensando que necesita nuevas aulas porque los jóvenes son cada vez más. —comentó, con la mirada brillante de emoción.
Kerry la miró unos segundos, sin dejar de trabajar, y respondió sin mucho interés. —Si tú lo ves así, está bien que lo hagas.
A pesar de que sus palabras no eran todo lo cálidas que Zaria esperaba, no dejó que eso la desanimara. La satisfacción de poder hacer algo por su manada y por su alfa era suficiente para ella. Sentía que, de alguna manera, estaba contribuyendo a su bienestar, aunque no fuera reconocido de la forma que deseaba.
—Entonces prepararé todo para que los materiales lleguen lo más rápido posible. —dijo Zaria, levantándose de su asiento y comenzando a caminar hacia la puerta.
Pero entonces, Kerry la detuvo con un movimiento de la mano. Zaria lo miró, confundida por su gesto, pero al instante él la llamó hacia él. Con una rapidez que la sorprendió, la tomó en sus brazos, sentándola sobre sus piernas y besándola con una intensidad que la dejó sin aliento.
El deseo, palpable en su beso, la envolvió de inmediato. Zaria no pudo evitar rendirse ante él, entregándose a esa pasión que había estado esperando durante días. Las horas pasaron sin que ninguno de los dos pronunciara una palabra. La noche llegó sin aviso, y ni siquiera el cansancio parecía afectar a Zaria, quien se dejó llevar por el amor y la necesidad de sentirlo cerca.
La tarde se alargó, y ellos no bajaron de la habitación hasta la mañana siguiente. Zaria despertó más relajada de lo normal. Al principio no entendió por qué la cama se sentía tan cómoda, pero pronto recordó que, aunque Kerry ya no estaba a su lado, algo en su interior le decía que ese día sería diferente. Se sentía amada, y eso la reconfortaba.
Se levantó, se alistó rápidamente y bajó al comedor. Los empleados ya tenían la comida servida, pero Zaria no los vio a todos. Al no encontrar a su alfa, pensó que debía estar en su despacho, trabajando como siempre.
Al llegar a la puerta del despacho, la vio levemente entreabierta. Se acercó para abrirla, pero una conversación al interior la detuvo. Su corazón dio un vuelco al escuchar las palabras de Kerry, y aunque intentó no escuchar, una frase se coló en su mente.
—Dentro de dos días estaré ahí. —dijo Kerry desde el interior. —No te preocupes, ella no sabe nada.
Su corazón comenzó a latir más rápido, pero se dijo a sí misma que no había escuchado nada. Cerró los ojos un momento y respiró hondo, buscando calmarse. No, no lo escuchaste bien.
Con una sensación inquietante en el pecho, tocó la puerta. Al entrar, vio a Kerry sentado en su silla, con el teléfono en la oreja. Cuando él la vio entrar, colgó rápidamente, como si nada hubiera pasado.
—Ya está el almuerzo —le dijo Zaria, intentando mantener la calma, con la esperanza de que la conversación que había escuchado fuera solo una mala interpretación.
—Ve a comer. —respondió Kerry sin más, volviendo su atención nuevamente a los papeles que tenía en la mesa.
Zaria se sintió herida, pero no lo mostró. En lugar de responder, se dirigió al comedor. Ella había esperado tanto por este momento, por estar cerca de él, y sus palabras la habían desilusionado un poco. No podía evitar sentir que él no la veía con la misma importancia con la que ella lo hacía a él.
Kerry, al notar que Zaria no se movía, frunció el ceño y la miró fijamente.
—¿Qué sucede? —preguntó él, como si realmente no supiera lo que pasaba.
—Bueno… quería almorzar contigo. —dijo Zaria con un tono tímido, mirando a Kerry con cariño.
Él la observó por un largo momento antes de suspirar, levantándose lentamente de la silla. Al verla allí, en ese estado tan vulnerable, algo en él pareció suavizarse.
—Vamos, entonces. —dijo, aliviando en parte su tristeza. Juntos, caminaron al comedor.
Ya en la mesa, mientras degustaban la comida, Zaria no pudo evitar sentirse más tranquila, aunque la conversación no hubiera ido como esperaba.
—Ya he preparado los papeles para que remodeles el instituto. —le comentó Kerry mientras saboreaba su comida.
Zaria lo miró sorprendida. La rapidez con la que había organizado todo le impresionaba. Si bien ella era la luna, el esfuerzo de Kerry por hacer todo por su manada la llenaba de admiración.
—Eso es estupendo. —respondió, con una sonrisa que iluminó su rostro.
Sin embargo, al poco rato, Kerry volvió a darle una noticia que la dejó más inquieta.
—Mañana tendré que irme de viaje. —dijo, levantándose mientras terminaba su almuerzo.
—¿Otra vez? —preguntó Zaria, dejando ver en su rostro una leve tristeza que no pudo ocultar.
No quería que se fuera, no otra vez. Pero sabía que los deberes de su alfa eran importantes para todos ellos.
—Es importante, y más beneficioso para la manada. —le respondió, mientras se dirigía al despacho.
Zaria no lo pensó dos veces. Se levantó rápidamente y lo siguió, decidida a cambiar la dinámica. Al llegar al despacho, se acercó a él con una sonrisa traviesa.
—Creí que te quedarías para ver los trabajos que se realizarán en el instituto. —comentó Zaria, al ver que él ya estaba sentado frente a su escritorio.
—Quisiera. Pero no se podrá. —respondió Kerry, como si todo fuera un trámite más.
Zaria sonrió con picardía. Sabía que tenía una ventaja sobre él. Se acercó, tomó su silla y, sin más, se sentó a horcajadas sobre él.
—Entonces, ¿por qué no disfrutar de este tiempo juntos? —le dijo de manera sensual, pero al mismo tiempo inocente, como si estuviera jugando con él.
Kerry la miró sorprendido, pero no dijo nada. Zaria sabía que el juego de poder que tenían en su relación era algo que siempre los mantenía juntos, en un delicado equilibrio de amor y deseo.