Las horas pasaban con lentitud a las cuatro de la tarde se cerraron las urnas, mientras que los candidatos y sus partidarios se encontraban reunidos en la sede de cada partido a espera de los resultados.
Mondragón caminaba de un lado a otro, llamaba a los delegados del bando en los recintos para que estén pendientes que los votos sean contabilizados de forma legal.
—Te vas a volver loco —interrumpió Angélica, brindándole una botella de agua.
Él giró y la observó, entonces le dedicó una leve sonrisa.
—Gracias —contestó, y colgó la llamada.
—Hiciste un buen trabajo después de todo —animó Angélica, la observó a los ojos, y él contempló su hermoso rostro, notó que ya había rastros de tristeza en su mirada, se al