Por Rodolfo
A la hora de la cena, Kelly se presentó como siempre, arreglada, quizás más que de costumbre.
No volvió a tocar el tema ni a discutir, pensé que todo había pasado, pero no...
Me equivoqué.
Mi esposa se retiró enseguida a nuestra habitación y su indiferencia me hizo tambalear, no sé de qué la tengo que convencer, porque realmente me olvidé de ese encuentro, tampoco le iba a decir que había visto a una de mis ex amantes, no tenía sentido, fue un encuentro casual, en donde solo cruzamos dos palabras.
Esa noche, Kelly, ya estaba durmiendo cuando me acosté.
A la mañana siguiente, cuando me desperté, ella ya se había levantado y me dijo que fuera solo a la empresa.
Cuatro días después yo caminaba por las paredes y ella seguía mal, fría y distante.
No cree en mí.
La necesitaba, quería tenerla en mis brazos, besarla, hacerle el amor y ella estaba empacada, como un caballo cuando no quiere moverse de su lugar.
-Amor, basta, por favor, te adoro y no se me ocurre estar con otra muje