Amor

Me devolví a mi trabajo con el paso apresurado pero con los pensamientos lentos, él era todo lo que estaba en mi mente, él y su extraña manera de hablar, él y su manera infantil de ser insistente, él y la forma en la que me miraba, como si yo fuese magia, como si yo fuese poesía, como si fuésemos melodía y armonía.

—¿Cómo te ha ido? — preguntó la señora Alicia de manera inmediata al tenerme de frente. Yo me quedé pasmada, estática, tratando de recolectar los hechos y procesarlos adecuadamente — pero, dime, te ves como si un fantasma se hubiese atravesado en tu camino, no me digas que…

—Si, ha sido un asco, al llegar el señor pablo tenía agarrada a mi mamá y tuvimos que irnos de la casa, salimos de allí lo más rápido que pudimos, aunque al menos pude salir con la frente en alto, entregándole el dinero que tanto reclamaba — contesté sintiendo como mis ánimos decaen.

—Esa es la actitud correcta, la que debes tener siempre, herida pero siempre justa — respondió la señora Alicia mientras fruncía un poco el ceño y colocaba sus manos agarradas entre sí frente a ella.

—¿Entonces por qué has llegado con una sonrisa? — intervino Alexandra mirándome con una expresión que lo decía todo — lo siento es que ese no es el rostro de alguien que acaba de pasar por algo realmente traumático — agregó con una sonrisa que me hacía pensar que ya se estaba haciendo ideas en la cabeza.

–No quiero darle la razón… pero ella tiene razón – comentó la señora Alicia mirándome directamente al rostro – ¿ha sucedido algo mas?

—Él, Jayden — respondí con una sonrisa que me delataba — yo me quedé congelada pero él llegó, puso al señor Pablo en su lugar y nos ayudó a salir de allí, todo fue muy rápido, aunque sinceramente el hecho de que hayamos decidido dejar de vivir en ese sitio fue gracias a él, mamá nunca se hubiese atrevido y yo poco hubiese insistido, me pidió que confiara en él.

—¡El caballero de brillante armadura llega a rescatar a su princesa! — exclamó Alexandra de manera romántica.

—Stella de Laurent no suena mal — agregó la señora Adelina entrando al lugar de manera campante y dirigiéndose hacia donde nosotras nos encontrábamos.

—¿Nos estaba espiando? — pregunté casi asustada.

—¡Claro que no, cariño! — respondió ella de inmediato riendo de manera un tanto escandalosa — yo lo sé todo, yo lo escucho todo.

—Lo que quiso decir en realidad es que es una vieja chismosa – susurró Alexandra riendo.

—Yo diría que más bien una dama bien informada — replicó ella con cierta altivez y orgullo — ¿en donde vas a pasar la noche? ¿En el Laurent? — añadió con una sonrisa vivaracha, nunca sé con qué va a salir o por dónde va a atacar, realmente es una señora bastante peculiar, una soñadora, de esas que hoy en día quedan pocas.

—Realmente me asusta — contesté perpleja.

—¿Es en serio? — interrumpió Alexandra con asombro, sus ojos podían verse perfectamente cuando permitía que sus párpados se abrieran tanto.

—Será solo por hoy, para mañana espero haber conseguido un lugar a donde ir y si no lo consigo entonces iremos con la abuela, no quiero abusar de la generosidad de ese chico — respondí con firmeza pensando en como iba a hacer al día siguiente, después de todo mi dinero se había ido con la renta pendiente del antiguo lugar, ya sentía como una pequeña punzada se instalaba en mi cabeza.

—Yo que tu no estaría tan segura, ese chico realmente va a saber cómo llegar a ti — irrumpió la señora Adelina.

—¿Cómo es que lo sabe todo? — cuestionó Alexandra mirándola mientras negaba con la cabeza.

—Los años me han vuelto una experta — contestó ella con la cabeza en alto.

—¿Experta en qué? — se dirigió a ella su hermana, la señora Alicia.

—En la vida — con esas simples palabras y una ligera sonrisa la señora Adelina logró crear un gran silencio y asombro.

Desearía decir que el resto del día transcurrió con normalidad pero a mitad de las horas me encontraba pensando en él, quería salir para conseguirlo, quería que me fuese a buscar, deseaba verlo, hablarle, conocerlo. Apenas lo conocía ¿Qué me pasaba? ¿Acaso yo era de esas personas que se ilusionaban cuando alguien les tocaba la mano y no lo había descubierto hasta ahora?

—Finalmente, terminamos — dijo Alexandra dejando salir un suspiro.

—¿Vamos a cerrar una hora antes? — pregunté gratamente sorprendida.

—No, esta es la hora, seguramente tienes tu reloj atrasado, otra vez — contestó ella entornando los ojos.

Miré el reloj de la cocina y era cierto, la hora en mi reloj de muñeca estaba mal, me solía pasar constantemente, tal vez porque normalmente no solía estar pendiente de la hora. Dejamos todo limpio, nos despedimos de la señora Alicia y salimos felices y cansadas del corazón contento.

—¿Estás enamorada? — preguntó Alexandra de manera espontánea mientras caminábamos, con un tono de voz bajo y tranquilo.

—¿Qué? — conteste exaltada entre risas.

—Estoy hablando enserio — respondió ella correspondiendo a mis risas.

—No lo sé, no lo creo, apenas y conozco a este chico – respondí con sinceridad — sin embargo hay algo en él que me hace sonreír… – añadí mirando al suelo como una tonta, con una media luna dibujada en mis labios — me gusta sonreír.

—A mi me gustaría enamorarme o que al menos alguien se fije en mí, no lo sé, quizás soy muy rara, quizás no quieren a alguien como yo, la mayoría quiere a una chica de verdad.

—¡Hey! ¡Tu eres una chica de verdad! — respondí un tanto molesta.

—Tu sabes de lo que estoy hablando — dijo ella con una mirada un tanto triste.

—¡Stella! — escuché la voz de Jayden y al subir mi rostro él estaba allí, en esa banca que ahora parecía ser su lugar favorito.

—Miren quien es, el caballero de brillante armadura — comentó Alexandra entre risas.

—Muy graciosa — respondí avergonzada.

—No fui hasta el restaurante para que no crean que te estoy acosando — comentó el riendo levemente.

—No te preocupes — se apresuró a decir mi amiga — ya lo creemos — añadió riendo.

—¿Crees que Alexandra es linda? — le pregunté a Jayden mientras señalaba a mi efusiva compañera.

—Si, es muy linda, además tiene una personalidad bastante interesante — contestó él sonriente.

—Te lo dije — le restregué en el rostro a ella.

—Él lo dice solo para quedar bien contigo pero me alegra que me ayudes a subir mis ánimos, los veo luego parejita, hoy no tengo ánimos de hacer de lámpara — dijo Alexandra mientras se alejaba, agitando su mano arriba en señal de despedida.

—Tienes una amiga interesante — comentó jayden viéndome.

—Es la mejor — contesté sonriente.

—Lamento mucho haberte seguido hasta tu casa, quería asegurarme de que todo estuviese bien, quizás fue un poco abusivo de mi parte.

—Si, lo fue – respondí riendo mientras caminábamos – pero creo que al menos esta vez fue lo mejor, yo no sabia que hacer y si tú no hubieses llegado sinceramente no sé qué hubiese pasado, realmente sigue dando vueltas en mi cabeza, hoy debía salir tarde, solo fui para llevar el dinero pero ¿Y si no hubiese ido? ¿qué habría pasado con mamá? ¿Qué habría pasado con Sofía? Realmente la idea me aterra, las posibilidades… — en este punto ya ni siquiera podía hablar, era un mar de lágrimas.

Él me detuvo un momento con suavidad, sin decir nada, tan solo abrazándome y acariciando mi cabello, permitiéndome liberar todo ese dolor que normalmente escondía bajo una sonrisa, todo ese llanto que el pequeño cuarto en el que dormía no me permitía liberar para no despertar a mamá o a Sofía, no sabia cuantas nubes se encontraban en mi interior hasta que me permití llover.

—Mi nombre es Jayden — dijo él con suavidad en mi oído — le tengo miedo a las cucarachas, a los payasos y un poco a la oscuridad pero las cucarachas en la oscuridad para mi realmente representan el infierno, sobretodo si están maquilladas como payasos.

No pude evitar reír ante sus palabras, no sabía si estaba hablando en serio aunque esperaba que no.

—Ya sé tu nombre, hoy la hermana de mi jefa me lo dijo, dice que eres alguien muy importante — confesé limpiando mis lágrimas.

—¿Acaso estás buscando información? No me digas que estás enamorada de mí porque quizás ya no estoy disponible — respondió él de manera juguetona.

—No, no lo estoy — respondí con una sonrisa un tanto burlona — ella te vió sentado en el restaurante y te reconoció.

—Me gusta más mi teoría — replicó él entre risas. Debía admitir que al menos era divertido.

—¿Qué te gusta tanto de mí? — pregunté perpleja — deben haber miles mejores que yo tan solo alrededor de este lugar.

—Si, probablemente sean mejor que tú — respondió el mirándome – pero ninguna, créeme, ninguna es realmente tú y yo te quiero a ti.

Su mirada se encontró con la mía, un cómodo silencio solo interrumpido por el viento invadió el ambiente, nuestros rostros acercándose, nuestras almas vibrando en la misma sintonía.

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