Despertó y la luz de un nuevo día se coló por su ventana, se intentó levantar y de nuevo el mareo la invadió, ya no tenía fiebre pero se sentía muy débil y eso era producto de la falta de alimento del día anterior.
Al llegar a la cocina vio a Ashraf preparando el desayuno que consistía en una tortilla, pan tostado, jugo de naranja. Seguía con sus menús básicos.
El olor de esos alimentos penetro en sus fosas nasales e hizo que su estómago pidiera a gritos ser alimentado.
El volteo a verla y con esa sonrisa dulce que derretía le indico
—Siéntate, ya te sirvo.
Y ella sumisamente le hizo caso y le hizo desear que este fuera el verdadero Ashraf, su esposo, el que la