Los días fueron pasando, y aunque intenté concentrarme en la nueva rutina como omega, la añoranza por Hunter era constante, y no podía evitar buscarlo cada vez que tenía la oportunidad. Sin embargo, parecía que, al igual que yo, Hunter tenía nuevas obligaciones, y nuestros encuentros eran solo breves vistazos.
Cuando lograba vislumbrar a Hunter entre los árboles, él parecía concentrado y distante. El breve saludo que nos intercambiábamos no era suficiente para saciar la creciente curiosidad y los sentimientos que empezaban a surgir en mí.
En una de esas tentativas de encontrar a Hunter, me crucé con Sibyl y Cierce, las lobas con quienes ahora compartía mi d&