Luna sintió un nudo en el estómago mientras se dirigía a la oficina del abogado de su padre. La noche anterior apenas había podido dormir. El recuerdo de la conversación con su tía Rosa y sus primas la perseguía, sus palabras impregnadas de veneno y resentimiento. Pero Alessandro le había dado fuerzas. Su actitud segura y el apoyo silencioso que le brindaba la impulsaron a querer respuestas. No podía seguir viviendo en la oscuridad, dependiendo de lo que otros le decían sin comprobar la verdad por sí misma.
Al llegar al edificio, un elegante rascacielos en el centro de la ciudad, respiró hondo antes de cruzar la puerta. El bufete del abogado se encontraba en el piso quince, y el ascensor parecía moverse con una lentitud exasperante. Su corazón latía con fuerza cuando la recepcionista la saludó con una sonrisa profesional.
—Buenos días, señorita Luna. El abogado Ramírez la está esperando.
—Gracias —respondió con un leve asentimiento.
La puerta del despacho se abrió y un hombre de cabello canoso y gafas de montura delgada la recibió con una expresión neutra. Luna trató de encontrar alguna pista en su rostro, algún atisbo de emoción que le indicara qué tan difícil sería esta conversación.
—Señorita Luna, tome asiento. ¿En qué puedo ayudarla?
—Quiero saber la verdad sobre el testamento de mi padre —dijo ella sin rodeos, clavando su mirada en la del abogado.
Ramírez parpadeó un par de veces, como si la pregunta lo hubiera tomado por sorpresa. Tomó un grueso expediente de su escritorio y lo abrió con parsimonia.
—Su padre, el señor Ricardo Valenti, dejó un testamento oficializado ante notario. En él, se estipula que todos sus bienes, propiedades y cuentas bancarias pasaron a manos de su hermana, Rosa Valenti.
Luna sintió como si le hubieran vaciado un balde de agua helada en el cuerpo. Su mente se nubló por un instante, pero se obligó a mantener la compostura.
—Eso no tiene sentido. Mi padre me amaba, ¿por qué no me dejó nada?
Ramírez cerró el expediente y le dedicó una mirada calculadora.
—Señorita Luna, entiendo que esta situación puede ser difícil de aceptar, pero los documentos son claros. No hay nada a su nombre.
El silencio se apoderó de la oficina. Luna sintió un nudo en la garganta, pero antes de que pudiera decir algo más, un recuerdo comenzó a abrirse paso en la memoria de Ramírez.
Dos meses despues que murió el padre de Luna
Era una noche lluviosa cuando Rosa Valenti cruzó la puerta de su oficina sin anunciarse. Su rostro reflejaba una mezcla de seguridad y amenaza.
—Ramírez, tenemos que hablar.
—Señora Valenti, no esperaba su visita. ¿A qué debo el honor?
Rosa cerró la puerta con un movimiento brusco y se sentó frente a él, sacando un sobre grueso de su bolso. Lo colocó sobre el escritorio con una sonrisa afilada.
—Sabemos que mi hermano le dejó todo a Luna en su testamento original.
Ramírez se tensó, pero trató de mantener la calma.
—Eso es información confidencial.
—Vamos, no me haga perder el tiempo —Rosa se inclinó hacia adelante—. Yo sé la verdad, pero también sé la suya.
Ramírez sintió que un sudor frío se deslizaba por su espalda.
—¿De qué está hablando?
Rosa tomó el sobre y lo agitó ligeramente.
—Estos son registros de los pagos que ha recibido de mi parte. Pagos que le hice para que "revisara" el testamento de mi hermano y lo ajustara a mis necesidades. No me diga que ya lo olvidó.
Ramírez sintió que su boca se secaba. La mujer frente a él no estaba bromeando. Había sido un acuerdo silencioso, un trato bajo la mesa para asegurarse de que Luna nunca tuviera acceso a su herencia. El temor a perder su carrera, su reputación y hasta su libertad lo había obligado a aceptar.
—Lo que usted está pidiendo es ilegal —murmuró.
—Lo ilegal hubiera sido dejar a una niña inexperta con una fortuna que no sabría manejar —respondío Rosa con frialdad—. Yo le hice un favor. Y usted me debe su silencio.
Ramírez tragó saliva. Sabía que no tenía escapatoria.
Luna sintió un escalofrío recorrer su cuerpo mientras el abogado cerraba el expediente con manos temblorosas. Había algo en su expresión que no le cuadraba, pero antes de que pudiera insistir, él se levantó, indicándole que la reunión había terminado.
—Si tiene alguna otra inquietud, puede comunicarse con mi asistente. Ahora, si me disculpa, tengo otra cita.
Luna se levantó con rigidez, sus pensamientos dando vueltas en su cabeza. Algo estaba mal. Algo no encajaba.
Mientras salía del despacho, el sol la golpeó en el rostro, cegándola momentáneamente. El mundo a su alrededor parecía seguir su curso normal, pero dentro de ella algo había cambiado. Una semilla de duda se había plantado en su corazón.
Si su padre realmente no le había dejado nada, ¿por qué tenía la sensación de que le estaban ocultando la verdad?
Tomó su teléfono y, sin pensarlo demasiado, marcó el número de Alessandro. Necesitaba respuestas, pero sobre todo, necesitaba un aliado.
—Alessandro, tenemos que hablar. Algo no está bien.
Del otro lado de la línea, su voz sonó firme.
—Dime dónde estás. Voy por ti.
Mientras colgaba, Luna supo que este era solo el comienzo de un largo y peligroso camino hacia la verdad.
Luna dormía profundamente, pero su mente la transportaba a uno de los pocos momentos de felicidad absoluta que aún vivían en su memoria. En su sueño, tenía apenas nueve años. Corría por el jardín de la casa con su vestido favorito mientras su padre, la observaba desde el porche con una sonrisa cálida y los ojos llenos de orgullo.
—¡Papá, atrápame si puedes! —gritaba ella con risas que llenaban el aire.
Su padre se levantó y corrió tras ella con movimientos lentos y exagerados. La alcanzó y la alzó en brazos, girándola mientras Luna reía a carcajadas. Luego la sentó en su regazo, bajo la sombra de un limonero que solían cuidar juntos.
—Mi pequeña Luna —dijo él, acariciándole el cabello—. Quiero que recuerdes algo muy importante. Si algún día yo no estoy, tú serás la heredera de todo lo que tengo: esta casa, mis empresas, las cuentas, todo.
—¿Todo, papá?
—Todo, mi amor. Confié en el abogado Ramírez para que se encargue de que nada te falte. Pero si algo no te parece justo... lucha, hija. Nunca dejes que nadie te quite lo que te pertenece.
Luna lo miraba sin comprender del todo, pero asintió solemnemente y se abrazó a su pecho.
—Te amo, papá.
—Y yo a ti, mi Luna.
El sueño se desvaneció lentamente hasta convertirse en niebla.
Luna despertó bruscamente, sentándose en la cama con la respiración agitada. El sol entraba tibiamente por la ventana, pero su corazón latía con fuerza. Aquel recuerdo era tan nítido, tan real, que podía sentir los brazos de su padre aún rodeándola.
—¡Claro que me lo dijo! —murmuró, llevándose las manos a la cabeza.
Recordó entonces las palabras exactas de su padre, la mención del abogado Ramírez, la promesa de que todo era suyo. Pero Ramírez le había dicho lo contrario... le había dicho que su padre no le había dejado nada.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Algo no cuadraba. Los papeles que Rosa mostraba, la tensión en el rostro del abogado, el modo en que evitaba sus preguntas. Todo comenzaba a formar un mosaico de mentiras.
—Me están ocultando algo —susurró, apretando la colcha entre sus dedos.
Ahora lo sabía. Tenía que descubrir la verdad, y para hacerlo, debía enfrentarse a su pasado, al abogado Ramírez, y a todos los secretos que su tía Rosa había mantenido ocultos durante tantos años.
El tiempo de la sumisión había terminado. Era hora de luchar por lo que le pertenecía.
¿Cómo crees que contuniará la historia?
Hola
Gracias por leer este capitulo.
No olviden que estoy en redes sociales como Genemua.Libros y en mis historias destacadas encontrarán a los personajes como yo me los imagino.
Espero se puedan pasar por ellas y disfrutar de estos personajes.
Nos leemos despues.