Narrador:
La familia estaba reunida alrededor de la mesa para el desayuno, envueltos en una atmósfera de risas y entusiasmo. La expectativa del viaje a Zermatt, aquel paraíso enclavado en los majestuosos Alpes suizos, había encendido el ánimo de todos. Habían planificado cada detalle: vistas espectaculares, las pistas de esquí más seguras del país y por supuesto, el lujoso refugio que los esperaba, el emblemático Hotel Monte Rosa.
Daniel y Eduardo, sentados uno frente al otro, intercambiaron miradas cómplices cuando las mujeres de la familia comenzaron a debatir acaloradamente sobre la agenda del viaje. Finalmente, Eduardo se inclinó hacia Agustín, que observaba la escena con una sonrisa resignada y con un tono de broma, le dijo:
—¿No vas a detener esta locura antes de que terminemos todos con un cronograma militar?
Agustín, imperturbable, se encogió de hombros y, mientras untaba mantequilla en su pan, respondió con un aire teatral a su querido suegro:
—¿Y qué puedo hacer?