Capítulo 2. Madison se vio envuelta en un lío por culpa de Margaret.

Madison Fulton acababa de despedir al último de sus estudiantes del segundo grado de primaria cuando vio que su hermana gemela, Margaret, la saludaba sentada detrás del volante de un convertible descapotable rojo, que se veía nuevo, lujoso, pero sobre todo muy caro.

Un gemido escapó de su garganta antes de echar a caminar hacia el coche.

No sabía dónde tenía metida la cabeza su hermana, pero el coche era un mal presagio. Su familia estaba en un grave aprieto económico y a Marga no se le ocurría otra cosa que comprarse un coche, uno de lujo que evidentemente no se podía permitir y que acabaría pagando ella como siempre.

Esa vez no la ayudaría, no podía con más gastos.

―Imagino que vendrás a decirme que te sacaste la lotería, Marga ―dijo Madison posando sus ojos azules en los de su hermana para después mirar el coche.

―Algo mucho mejor, firmé un contrato de trabajo maravilloso y tengo el dinero para pagar la hipoteca de la casa y terminar de arreglar el destrozo que dejó el incendio ―dijo Marga aplaudiendo con entusiasmo.

Hacía unos meses que la antigua mansión de su familia materna, y que había sido heredada por su mamá fue convertida en una posada, Tres noches después, la zona de las habitaciones fue devorada por un incendio provocado por un corto circuito. Su madre había hipotecado la casa para hacer la remodelación y poner en funcionamiento la posada, para generar más ingresos, pero el fuego y el seguro terminaron con su sueño.

No podían pagar una hipoteca tan alta y estaban a punto de perder su hogar.

―¡Oh, Marga! Me alegro tanto, no solo por lo de la casa de mamá, sino también por ti, siempre soñaste con ser modelo de alta costura y ahora verás tu sueño convertido en realidad.

Su madre había obligado a su hermana a estudiar una carrera, pero ella estaba empeñada en ser modelo por lo que solo hizo una carrera corta de dos años.

Desde entonces, Marga se había concentrado de hacer pequeños trabajos en el mundo del modelaje, sin poder ascender dentro de la industria de la moda.

Su hermana arrancó el coche.

―Hoy fue tu último día de clases, ¿cierto? ¿ya comenzaste las vacaciones de verano?

―En teoría sí, porque aún debo entregar algunos informes.

―Mamá me comentó que no ibas a ir a la casa este verano ―dijo Marga mirando la calle por donde conducía.

―Es cierto, aunque no le dije nada, trabajaré este verano en un campamento, necesitaba el dinero para buscar un apartamento más grande, iba a traer a mamá a vivir conmigo, pero gracias a ti ya no será necesario ―respondió Madison.

―A mamá se le rompería el corazón si tuviera que dejar su casa.

―Es verdad, pero no veía otra opción. Me alegra mucho que la buena suerte te haya sonreído y que nuestra madre conserve su amado hogar.

Marga solo asintió con la cabeza. Madison observó que su hermana se dirigía al edificio donde ella vivía y pensó que pasarían una agradable tarde con su hermana.

―¿Cuándo comienza tu trabajo? ―preguntó Madison ante el inusual silencio de su hermana.

―En cinco días ―informó Marga sin decir nada más.

Madison la miró extrañada, su hermana tenía un apartamento en Houston, sin embargo, estaba en Austin manejando un coche de lujo. Era mucha distancia para ir y venir conduciendo, además, ¿dónde estaba la alegría de Marga por haber logrado el trabajo de su sueño?

Algo olía muy raro.

―Marga, ¿hay algo que quieras contarme?

―¿Te parece bien que hablemos cuando lleguemos a tu casa?

A Madison se le desplomó el corazón, Marga tenía por costumbre meterse en líos y era ella la que siempre tenía que solucionarlos.

Por su parte, Margaret sintió los ojos de su gemela puestos sobre ella y se removió incómoda. Agradeció que estaban llegando a los edificios donde vivía Madison.

Una vez que la puerta del apartamento se cerró, Madison se giró hacia su hermana.

―¿Y bien, ahora en que lío te metiste? ―preguntó con los brazos en jarra.

―¿Por qué crees que me metí en un lío? ―cuestionó Marga de mal humor.

―Porque te conozco más que a nadie en este mundo, Marga, ahora cuéntame del trabajo ese.

―¿Sabes quién es Simón Barton?

―Sí, es el chico mexicano que se volvió millonario cuando descubrió petróleo en las tierras que su padre le dejó a modo de burla en su testamento.

―Ese mismo, solo que ya no es un chico, ahora es un hombre muy guapo.

Madison la miró fijamente, sabía que no había forma más rápida de hacer hablar a Marga que esa.

―Bueno, el hecho es que él necesita presentarle una esposa a su abuela y yo firmé un contrato con él comprometiéndome a casarme con Simón a cambio de una gran suma de dinero.

―¡Oh, Marga! ¿Cómo has podido hacer semejante estupidez?

―Mamá necesita el dinero para no perder la casa y yo bueno, pensé que era una buena oportunidad, pero ahora solo faltan cinco días para la boda y no quiero hacerlo, Maddy ―rogó angustiada Marga usando su diminutivo para generar más empatía.

―Entonces devuelve el dinero, estoy segura de que mamá prefiere perder la casa a que tú seas infeliz.

―No puedo, Maddy, me queda poco más de la deuda de mamá porque pagué mis tarjetas de crédito, compré el coche y mucha ropa, me volví loca al tener tanto dinero y... si no me caso con él iré a la cárcel.

Madison apretó los labios, el día que más temía había llegado, Marga se había metido en un problema que estaba más allá de sus posibilidades de solución.

―Entonces tendrás que casarte con él, no hay otra solución, Marga.

―No puedo, Maddy, mira, hace unos quince días me encontré con Roy por casualidad y me invitó a salir, desde entonces nos hemos visto todos los días y... ayer me pidió matrimonio.

Madison gimió por dentro, Roy era el hijo del hombre más rico de su pueblo y el eterno amor platónico de Marga.

Aunque al parecer ya no era platónico.

―¡Dios mío! Marga, ¿y ahora que vas a hacer? ¿Puede Roy ayudarte para devolver el dinero a Barton?

―¡No! Ni loca le diré del contrato, me dejaría, y ya su papá dio su aprobación para nuestra boda, afortunadamente porque tengo un retraso y creo que estoy embarazada.

―¿Estás loca, Marga? ¡Irás a la cárcel!

―No, no, tienes que ayudarme, Maddy, cásate con Barton en mi lugar.

―¿Qué? ¡No! Ni loca, Margaret, eso sí que no lo haré por ti. Te he sacado de cada lío en el que te has metido, pero esto... ¡Esto es demasiado!

―Pues tendrás que hacerlo, Madison, porque yo firmé el contrato con tu nombre.

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