Capítulo 03

"Cortina de humo"

Después de un par de diálogos más, Milka y León llegaron al pequeño local de batidos orgánicos que el pelinegro había mencionado anteriormente; el lugar estaba lleno de plantas, había música de ambiente —suave y melódica— y la decoración era minimalista. Al pasar, un joven con una larga barba de leñador les recibió en la entrada amablemente.

—Hiiipsteeer —susurró León por lo bajo y Milka, riéndose, le metió un codazo buscando que cerrara el hocico.

—¿Qué les puedo ofrecer hoy? —preguntó el muchacho con una sonrisa.

—¿Tienen batidos de frutas? —preguntó Milka directamente; no, ella no quería experimentar con raros sabores esa tarde. Los sabores espontáneos son para personas menos aburridas que ella en sí. Ademas, ¿no es horrible cuando pruebas una textura desagradable?

—Por supuesto —respondió el joven, muy servicial—. Tenemos de todo, pero hey, nada de kiwis. Son difíciles de combinar, eh.

Milka pidió un batido de fresa y plátano, mientras que León decidió probar algo nuevo y pidió un batido de aguacate y espinacas —¿era necesario?—. El joven de la barba sonrió ante la elección del pelinegro, como si al muchacho le causara satisfacción preparar algo "bueno de verdad" y no tan trivial.

—Buena elección, por fin alguien sin miedo al éxito —dijo el chico mientras preparaba los batidos.

Milka y León se sentaron en una de las mesas del local. Ella comenzó a sacar todo el material de su mochila y las bolsas, poniendo la mesa tal cual una zona pública de estudio; en los recortes habían muchas imágenes con increíble perspectiva entre edificios, tal y como debía ser la temática del artículo de Milka antes de que Nicole, la jefa, le ladrara quejas. Ella pensó que este enfoque suyo le agradaría a León e ignoraría a bulldog, era como si quisiera que él la felicitara, o al menos que notara como tenía las intenciones de mantener el interés en las cosas que le gustaban. Sí, Milka se esforzaba por impresionar a León ahora.

¡Laboralmente! ¡solo en ese sentido!

—Tú... eh...

—¿Comenzamos? —le preguntó la castaña con nervios. León, con la vista en sus mechones verdes, no se había apresurado mucho en decir algo.

—Tú literalmente trajiste una fotografía que es mía —dijo él.

Milka se exaltó y de repente se puso a barajear los recortes buscando lo que León le estaba diciendo; ¡no podía ser! ¿de verdad? ¿Dios? Es que Milka seguía sin encontrarle lógica. Estaba segura de haber leído bien a los fotógrafos de cada una de las imágenes para asegurarse de que el autor no fuera el mismo León, pero ahí estaba, en una de las esquinas, una página que mostraba la foto de una joven con temática urbana, cuyo autor era él... claro que, la foto no decía quien era el autor, sino que estaba anónimo. Por descarte, esa era la suya.

—Oh, wow... ¿es esta?

—¡Sí! Es del año pasado. Vaya, esto va a ser divertido para mí. Te gusta el mismo estilo que a mí —dijo León satisfecho—. Aprecio cuando tengo la oportunidad de hacer lo que se me de la gana, sí —rió.

Y una vez dicho eso, el joven que atendía el sitio se acercó a ambos quienes, al verlo, comenzaron a amontonar todos los recortes hacia una esquina para así dar espacio a los batidos que venían de camino a sus bocas. El muchacho de barba llegó con un amable "que lo disfruten" y se retiró con una sonrisa dejando sobre la mesa de madera clara los batidos; claramente eran sus respectivos fresa con plátano y aguacate con espinacas.

La castaña observó la pequeña quemadura que León tenía al borde del cuello de su camiseta.

Empezaron a disfrutar de sus batidos. Milka observó el batido del contrario, que tenía un color verde intenso, y decidió preguntarle sobre qué tal estaba; honestamente no se veía bonito para ella. Parecía sopa para bebés. O sopa para enfermos. La sopa licuada está mala según ella.

—¿Y cómo está el batido de aguacate y espinacas? —preguntó Milka con una mueca de disgusto. No le parecía lógico que aquello podría estar rico.

—Sorprendentemente bueno, la verdad. Tiene un sabor suave, pero delicioso. Además, es súper saludable, así que es un win-win —respondió León con una sonrisa apuntando con sus dedos en forma de pistolita.

Si actitud positiva chocaba fuertemente contra las ojeras bajo sus ojos.

Milka se carcajeó en su dirección ignorando aquello y, después de algunas insistencias de parte del pelinegro, decidió probar un poco del batido suyo. Se sorprendió al descubrir que era realmente bueno. Había sido un riesgo probar algo tan nuevo, pero resultó ser una elección acertada.

Santa madre, estaba riquísimo con todo y ramita de apio.

—Demonios, me rindo, tienes razón, está delicioso. Tal vez me atreva a probar algo así la próxima vez —dijo Milka riendo, chocando sus zapatos gastados entre sí—. A veces creo que ir por lo seguro me está arruinando la existencia. Mañana me levantaré a comer pan de panela con queso cheddar.

—¿Me estás jodiendo? ¡esa es la mejor combinación del mundo! —exclamó León con un brillo en su mirada; Milka no podía ignorarlo más, el tipo tenía un humor del tipo "estoy medio chiflado"—. No me digas que no lo has probado de verdad, ¿no? ¿a si sea con queso de mano?

La castaña negó con la cabeza entre sonriente y avergonzada.

—Nooo —el fotógrafo montó el drama—, qué desdicha. Tan rico que es un pedazo de bizcocho con queso, y cafecito... mal gustosa —fingió estar ofendido.

Y así, Milka y León terminaron sus batidos y decidieron seguir con su montón de papelería en medio de los vasos vacíos.

Entonces, él se detiene en medio de la planeación y dice:

—Creo que sería buena idea hacer las fotos por la noche. La competencia tomó las suyas durante el día, y quiero asegurarme de que nuestras fotos destaquen —explicó—. Créeme, sé cómo contrarrestar mis propias fotos. El concepto de ellos es muy "cuadrado", ¿me entiendes? Modelos en látex de colores en medio de plataformas elaboradas a plena luz del sol.

—¿Por qué por la noche? —preguntó Milka, algo confundida—. La luz natural de la tarde es excelente para la fotografía. No me sorprende que ellos eligieran tal cosa.

—¡Ah, tú hazme caso!

Milka frunció el ceño y pensó por un momento antes de responder:

—Bueno, supongo que tienes razón, podría ser interesante experimentar con diferentes técnicas de iluminación y conseguir un efecto único —la castaña pensó por unos segundos—. Además, eso combinaría mucho mejor con este estilo urbano en el que ambos coincidimos, ¿no? —preguntó ella alzando la foto que le pertenecía a León.

El pelinegro tragó saliva, nervioso.

—Exactamente... —asintió complacido—. Esto nos permitirá destacar.

Milka sonrió ante la emoción de León, ella sabía que era un hombre muy apasionado por su trabajo y siempre estaba buscando nuevas formas de destacar, sin embargo, aún no entendía su dualidad; ¿por qué le estaría ayudando a destruir su propio trabajo anterior? No tenía sentido. Seguía sin decirle quienes eran la competencia pero aún así la estaba apoyando a sobremanera con este artículo.

—Podríamos hacer algo con las luces que de por si ya están en la calle  —sugirió  mientras jugueteaba con una servilleta en la mesa.

—Sí, eso estaría bien... —asintió Milka, pensativa.

Fue entonces cuando Milka se dio cuenta de que su artículo le ofrecía a León lo que otras vacantes no: libertad creativa. Porque esa era la razón de sus entusiasmo e interés, ¿no?

Ambos decidieron que lo mejor era empezar a trabajar en ello lo antes posible. La castaña sacó su laptop y comenzó a hacer una lista de todo lo que necesitarían para llevar a cabo la fotografía. Mientras tanto, León se levantó de la mesa y se acercó a la barra para hablar con el dueño del local de quién sabe qué.

Por otro lado, León estaba muy insistente con el lugar donde tomarían la foto, y también con la fecha, que sería dentro de un mes. Milka no entendía cuál era el afán con ese sitio y esa hora, pero para el pelinegro era ahí o en ninguna parte, ahí o no iría a tomar la foto.

¿Que era tan importante de ese lugar, esa fecha y esa hora? Ella no lo entendía, pero como la ingenua que era, le restó importancia.

Milka se concentró en su lista, anotando cada detalle importante y revisando que no se les olvidara nada. Cuando León regresó a la mesa le observó sin más. En su lugar, sacó su propio cuaderno y comenzó a hacer esbozos de las ideas que habían discutido.

El silencio reinó entre ellos mientras trabajaban, pero no era un silencio incómodo, era un silencio de concentración y colaboración.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Milka, curiosa.

—Oh, solo estoy... —y en ese momento, el teléfono del pelinegro resonó entre ellos, interrumpiéndolo.

Milka le miró como dándole el espacio y León se disculpó con ella, levantándose y alejándose un poco hacía la privacidad, esto debido al nombre que se había mostrado en la pantalla:

"Papá".

La castaña no pudo hacer mucho más además de escuchar lo que podía por culpa de ese pequeño gusano de la curiosidad que le hacía averiguar disimuladamente lo que alcanzara a ver y oír.

León parecía disgustado por aquella llamada. Refunfuñaba pero asentía y decía "sí" como felino bien entrenado, cómo si no tuviera más opción que aceptar aquello que tanto le ponía de malas. Milka solo pido oír algunas cosas después de eso.

"Dinero", "mañana", "está en la vasija blanca", "podría ser", "sí, papá".

Y colgó. Volvió a la mesa y se sentó, sin más.

—Sí —continuó con la conversación anterior como si nada— estuve haciendo algunos dibujos y anotaciones para visualizar mejor cómo podríamos llevar a cabo las ideas que discutimos. ¿Te gustaría verlos? —dijo León, mostrando su cuaderno.

Milka asintió atónita y ambos comenzaron a revisar sus bocetos. Estaban desprolijos, feos y desordenados, pero se entendía la idea. La fotografía estaba tomando forma y ambos estaban emocionados por llevarla a cabo. La castaña palideció, ¿qué carajo había sido...?

Bah, nada de qué preocuparse, seguramente.

Los bocetos de León eran desastrosos, llenos de detalles y muchos vacíos mentales que Milka no lograba comprender al cien. Cada dibujo mostraba una comprensión profunda del tema y reflejaba su pasión por la fotografía, suponía ella, porque estaba muy pero que muy confundida al respecto.

—Oye... —comenzó a decir la castaña— ¿estás bien? ¿tienes la piel quemada por aquí por el...? —y se señaló a sí misma el cuello, queriendo indicar el lugar.

Sin embargo, León de repente provocó un pequeño accidente, de esos que resultan embarazosos para algunos individuos; mientras el pelinegro dibujaba, sin darse cuenta —o así parecía— su codo chocó con el batido de Milka, derramándolo todo sobre la mesa y mojando parte de los bocetos.

A pesar de que no era para tanto, Milka reaccionó exageradamente, se levantó de la silla y comenzó a secar la mesa y los bocetos con desesperación olvidando en su totalidad el tema de la quemadura de León.

—¡Bah! Disculpa, qué desastre —exclamó el pelinegro sumamente nervioso.

Milka, finalmente tranquilizándose, sonrió y le dijo:

—¡Jajaja! ¡tranquilo! Solo estoy pegajosa, como barrita de cereal vieja.

—Ew —dijo León carcajeándose en su dirección.

—¿Crees que podamos arreglarlos? —preguntó la castaña, mirando los dibujos arruinados.

León se acercó a la mesa y examinó los bocetos. Algunos se habían desdibujado un poco, pero otros estaban completamente empapados.

—No lo sé —dijo él, un poco desanimado—. Estos no se pueden salvar—. Bueno, ¿qué tal si dejamos esto aquí y salimos a dar una vuelta? —propuso— Podemos regresar después y continuar con los bocetos. Estoy seguro que al encargado no le importará si le avisamos que volveremos. ¡Es un hipster agradable!

¿Trataba de mantenerla distraída?

Milka asintió y los dos salieron del local, sin preguntas ni objeciones.

Después de pocas vueltas en silencio abrumador y total, cuando regresaron al local de batidos, se dieron cuenta de que habían estado afuera por más tiempo de lo que habían planeado. Los bocetos seguían allí en la mesa, pero ya había secado la mayoría.

León examinó los dibujos y sonrió al ver que la mayoría de ellos aún eran utilizables.

—Vaya, parece que tenemos suerte —dijo.

Después de unas horas, decidieron terminar por el día. Milka se despidió de León y se dirigió a su casa a paso feliz, sintiéndose emocionada por alguna razón. Había sentido que fue un buen día al menos para ella, con todo y boberías incluídas en el paquete.

Milka caminó por las concurridas calles de la ciudad con una sonrisa en su rostro. Mientras caminaba, se dio cuenta de que había estado pensando en León más de lo que había admitido en voz alta.

Se detuvo en seco al darse cuenta de que había llegado a su casa, tomó las llaves de su bolsillo y entró en el salón; una vez ahí, se detuvo. ¿Por qué se sentía tan nerviosa? ¿Por qué no podía dejar de pensar en el pelinegro?

En su camisa beige, su chaqueta de mezclilla, su forma extraña de argumentar de forma bipolar, su corte en la mano y aquella sospechosa quemadura en su cuello también.

Milka sacudió la cabeza y se regañó a sí misma por ser tan tonta. ¡Ilusa y muy tonta! ¡dejaría de ser tan pensativa, por el bien de su salud mental!

Ah... pero era tan satisfactorio pensar en abandonar la soledad...

Abrió la puerta de su apartamento y en vez de hacerlo con alegría lo hizo casi que con rabia. estaba molesta consigo misma por no poder controlar las imágenes que ella misma podía crear en su cabeza. Imágenes de una vida tranquila y sin soledad.

Se dirigió a la cocina y se preparó una cena rápida, algo con muchos tomates y aceite, esto tratando de distraer su mente con algo más importante que las mentiras que ella misma quería creerse por culpa de su humano instinto de ser social.

¡Basta ya!

Y su celular comenzó a repicar, cómo por arte magia.

—¿Aló? —contestó Milka.

—Hey, soy yo —dijo León al otro lado de la línea—. Solo quería decirte que... un amigo me quemó accidentalmente con un encendedor electrónico.

Milka se quedó perpleja... ¿ah?

—¿Qué?

—La quemadura, por la cual preguntaste antes de que el batido... —comenzó a explicar el pelinegro, pero se detuvo y optó por simplificarlo—: Sólo quería contártelo. Para que... ya sabes, no creas que no te escuché. Fue una tarde linda, ¿no?

Milka seguía monosílaba. Madre de Dios.

—Fue un día interesante —le dijo—. Sí, fue lindo.

—Sí, definitivamente lo fue. Escucha, estaba pensando... ¿te gustaría salir mañana como la vez del restaurante chino? Los muchachos y yo hablaremos de algunos negocios entre compas y... puede que queramos relajarnos después como esa vez —le preguntó el chico con voz distante—. Puedes traer a la pelirroja con aura de panqué, apuesto a que mi amigo Sebastián estaría re-feliz.

Milka se quedó sin aliento.

—Le preguntaré a Carly, nos encantaría —respondió Milka disimulando un a pequeña emoción de adolescente oculta.

—Buenísimo, entonces mañana paso por ustedes para que no digan que no soy caballeroso —rió, y una vez dicho eso, colgó la llamada rápidamente.

Milka se acurrucó en su sofá y se permitió sentir la emoción que estaba burbujeando dentro de ella.

Acelerada, tomó su celular y marcó el número de la pelirroja a la velocidad de la luz. Después de varios tonos, su amiga finalmente contestó con voz cansada y ganas de desaparecer del mundo laboral.

—Hey, hola guapa ¿Qué tal te fue con León hoy? —preguntó Carly con curiosidad.

Milka dejó escapar un suspiro divertido mientras sonreía.

—Se bañó con un batido de banana. ¿Sabes? Él acaba de llamarme para invitarnos a una reunión como la de la última vez —dijo Milka tratando de contener su emoción por el bien de su imagen con Carly.

No podía verse tan bobamente ilusionada con ideas vagas.

—Oh, sí. Me hace falta perder el tiempo. Esto de estar complaciendo a bulldog hará que me salgan canas verdes —se quejó Carly—. ¡Ah, cómo odio a esa mujer!

—Acepté, por supuesto. Supuse que lo querrías, de nada —se lució la castaña y, viéndose al espejo, notó que sus mechones verdes día a día perdían color.

—Eh, te comento que tengo que ir al mercado a comprar unas cuantas cosas para mí apartamento —comenzó a decir Carly—. ¿Te apetece ir?

Milka soltó un "uhum".

—Eso suena bien, tengo que reemplazar el color de mi cabello. ¿Puedes venir a mi casa en una hora? —preguntó la castaña.

—Claro, perra. Ahí voy a estar —dijo Carly divertida antes de colgar.

Milka asintió aunque nadie la viera; por lo general ir de compras con Carly solía resultar en un despilfarro de dinero, ¡pero si ambas estaban a punto de comer pan viejo a final de mes! Daba igual, la presencia es un tema muy discutido. Apariencias, apariencias.

Una vez en la calle con la pelirroja, Milka notó que esta estaba controlándose justo por lo mismo.

—Este jabón está caro, ah, el papel higiénico también, ¡ni hablar de el shampoo! Moriré —chilló Carly con idiotez.

—Cálmate, hay descuentos en el súper de la esquina de siempre, solo que hay fila —la alentó como puedo Milka—. ¿No te molesta bañarte con jabón azul verdad? —le preguntó.

—Cierra la boca, Milka.

—No seas tan estirada —le regañó la castaña viendo torpemente alguna camisetas económicas—. Tienes que aceptar el cambio, aceptar tu estado aaaactuaaal —se burló.

—¡Me niego! —chilló— Uno cambia a mejor, no a peor. No me jales al mundo del conformismo, eso es para gente vaga y sin propósito —dijo.

—Gracias.

—¡No estaba hablando de ti! —se molestó la pelirroja, pero al darse la vuelva y ver la expresión chistosa de Milka, le miró con aburrimiento y le dijo—: Muy graciosa.

—¿Esta camiseta me hace ver mal? —cuestionó Milka poniéndose la prenda con todo y gancho frente al pecho.

—Te hace ver un un poco apagada porque es azul, te van más los colores cálidos —contestó Carly. Milka le miró y asintió haciéndole caso, pero detrás de ella, observando a través de la gran ventana de la tienda, al otro lado de la acera, vió a León.

Ahí estaba él y Milka se quedó paralizada al verle ahí, frente a una mujer encantadora y rubia, junto con otro hombre que no parecía muy feliz. Este hombre, con el ceño fruncido, le entregó un paquete envuelto en embalaje. Nada personal, pero aquello se veía demasiado mal. Aquella mujer, bien vestida y con capacidad de comprar más que camisetas azules en un pobre bazar del mercadillo, llevaba vestido a talla pero la misma cara amarga de el señor a su lado.

León también parecía disgustado entre los dos, como a la defensiva. Se guardó el paquete en el bolsillo, puesto que no era muy grande tampoco, y comenzó a mover la manos dando la impresión de que estaba discutiendo.

—Esta te irá mejor —continuó diciendo Carly sin notar la cara de asombro de su compañera; y seguido de eso, le puso por encima una camiseta del mismo modelo pero en color terracota que le quedaba muchísimo mejor que la anterior.

Milka, volviendo a la realidad, le miró con nueva de susto y luego simplemente disimuló y tomó la camiseta, viéndose en el espejo que tenía a un lado.

—Sí, está está mucho mejor... gracias...

—Siempre estaré aquí para ayudarte, amiga —dijo Carly satisfecha de su elección, sonriendo cálidamente—. Ahora, ¿qué tal si vamos a comer algo bien árabe para relajarnos en esta "tarde de chicas"?

—Me parece una excelente idea —respondió la castaña y así, ambas salieron de camino en búsqueda de un restaurante árabe por algún sitio cercano, alejándose del bazar-mercado dónde quedó León.

Después de caminar un poco, encontraron un pequeño restaurante con una decoración exótica y acogedora. Las paredes estaban pintadas de un tono cálido y terroso con adornos dorados y telas coloridas colgando de ellas. Las mesas y sillas eran de madera oscura y tenían cojines de tela estampada en diferentes tonos de rojo y naranja.

Carly y Milka se sentaron en una mesa  que estaba en la terraza del sitio y revisaron el menú.

—¿Qué tal si compartimos un plato de hummus y pedimos shawarmas? —sugirió Carl señalando el menú.

Milka asintió y la camarera tomó su pedido. Mientras esperaban su comida, la castaña se perdió en la música árabe y sus pensamientos intensivos.

¿Aquella mujer, esbelta y atractiva, era Nuria?

Después de unos minutos, la camarera les trajo su comida, que olía deliciosa. Ambas comenzaron a devorar el hummus con pan de pita, y se rieron al darse cuenta de que estaban compitiendo por ver quién comía más.

Mientras comían, Carly notó que a pesar de las risas repentinas y el buen rato, entre cada tema de conversación y cada pausa para beber del refresco había un pequeño margen de tiempo en el que Milka parecía no esta bien. Sí, ambas eran compañeras de trabajo, pero también amigas muy personales y Carly podía notar perfectamente cuando la castaña no estaba tranquila.

—¿Nena, pasa algo? —le preguntó la pelirroja con esmero; si algo pasaba en la vida de Milka que podía llegar al punto de causarle preocupación, lo mejor sería enterarse para que ella optara por recibir ayuda.

—¿Hmm? Sí.

—Mentira —le dijo Carly cortante.

Milka vaciló por un rato y, limpiándose la boca con una servilleta, suspiró y dijo:

—Algo pasa con León.

—Te gusta.

—¿Qué? ¡no! Carajo contigo —vociferó Milka molesta, pero luego fue comprensiva y se calmó delante de su amiga—. Lo ví en el mercado hace rato... por la ventana.

—¿En serio? ¿por qué no me dijiste? —preguntó la pelirroja— Pudimos saludarlo, ¿sabes?

—Es que no estaba solo... estaba recibiendo algo con cinta y creo que andaba con su ex —contó Milka—. Parecía importante, el paquete se lo dió un tipo raro y barrigón —explicó.

—Pero, ¿cómo así? —la pelirroja se mostró confundida— ¿crees que se trate de algo malo? ¿o por qué la angustia? —le preguntó.

—Es que, algo está raro... no sé nena —dijo con sinceridad Milka—. A lo mejor simplemente estoy paranoica.

—¿Estás tratando de buscarle cosas negativas a León para mantenerte distanciada?

Milka abrió los ojos con sorpresa y entreabrió sus labios, más no dijo nada; mantenerse distanciada de León... eso tendría sentido en ella. ¿Es que acaso estaba tan apegada a su soledad, de la cual irónicamente quería salir huyendo, pero le tenía demasiado miedo a la compañía?

Fuera de eso, ella no estaba loca. La castaña, con sus mechones desteñidos, sabía muy bien lo que había visto. Y había visto a León hacer algo que no era normal de ver en un día a día. Le dijeran lo que le dijeran ya juzgara si propio corazón o no, León actuaba raro por momentos.

—¿Milka? —Carly le lanzó una mirada preocupada.

—Sí —respondió la contraria sin pensarlo más.

Cuando terminaron de comer, pagaron la cuenta y salieron del restaurante. El sol comenzaba a ponerse en el horizonte y Carly sugirió caminar un poco más antes de irse a casa, esto con la intención de apoyar a Milka, sea lo que sea que la estuviera pertubando. Bien sabía la pelirroja que Milka era difícil a veces, pero siempre sería paciente para ayudarla a aclararse la mente.

—Realmente disfruté nuestra tarde —dijo Carly, sonriendo—. Definitivamente deberíamos hacerlo más a menudo, ¡ya casi no salimos!

—Sí, definitivamente deberíamos —respondió Milka abrazando a su amiga de medio lado—. Eres la mejor amiga que alguien podría pedir. Pero hey, no es mi culpa, bulldog nos agarra del cuello toda la semana —rió.

Después de separarse, Milka regresa una vez más a casa, con la cabeza baja y las teorías recorriendo su mente a lo imbécil; con el estómago lleno y la sangre que le corría por las venas a millón, sin duda había algo en ella que le avisaba que algo estaba fuera de lugar sí o sí.

Claro, eso era porque... las cosas de su casa estaban literalmente fuera de lugar.

La nevera fue tumbada hacia adelante y toda su comida estaba desparramada por el piso.

Y los vasos, espejos y copas que le había regalado su madre estaban rotos.

Milka se quedó parada en la entrada de su casa con una mueca de horror. Helada del susto, se acercó a leer la hoja mal escrita que le habían dejado cerca de la puerta:

"Zorra m*****a".

La castaña no podía tener más señales de la vida para convencerse de lo que tanto sospecha, y es que ese mensaje no podría ser más si no de una mujer enloquecida por los celos, celos que ella no merecía porque, en su ignorancia, en su inocencia, ella no había sido causante de nada que atribuyera a tal maldad de destruir su hogar.

Milka decidió que lo mejor era llamar a la policía y reportar el incidente, aunque sabía que sin pruebas concretas no podrían hacer mucho. Mientras esperaba la llegada de los oficiales, comenzó a recoger los escombros y a limpiar su casa. ¿Dónde había visto una escena similar a esta?

Oh sí, en casa de León, cuando todo su salón había sido desbaratado por Nuria, su ex-novia.

Se sentía vulnerable y asustada, preguntándose si alguien la estaba observando en ese momento. Una vez que los policías llegaron, ella les dio su declaración y les mostró la nota que había encontrado. Aunque no podían confirmar quién había sido el responsable, le aconsejaron que tomara medidas de seguridad adicionales y que llamara inmediatamente si algo similar volvía a ocurrir, además, le aconsejaron buscar compañía, no nadar a solas por ahí.

Milka se sintió un poco más tranquila después de que se fueron, pero todavía estaba en estado de shock por lo que había sucedido. Una reacción normal e innecesaria para el ser humano, que le congelaba el espíritu y le causaba inquietud.

Después de la partida de la policía, Milka intentó tranquilizarse y decidió llamar a León inmediatamente. ¿Compañía? Una m****a, lo que iba era a interrogarlo imitando a un cordero malherido, para que le soltara todo. Esto era el colmo, y la escena anterior en el mercado no le ayudaba para nada a mantener la cabeza fría.

Milka no sabía con qué clase de locos se había metido, pero no quería ser parte de ello.

—¿Aló? M****a, León. Me acaba de pasar algo que da miedo que te cagas —comenzó a decirle ella—. Me destruyeron la casa y me dejaron una nota amenazadora —explicó—. No sé que está pasando, pero esto no es normal, no conozco a nadie que quiera portarse así conmigo —disimuló, y suspiró.

—¿Qué? ¿estás bien? ¿alguien te hizo daño? —cuestionó el pelinegro realmente asustado al otro lado de la línea.

—No, no estoy herida, pero estoy asustada... —confesó la castaña.

—No te preocupes, estoy contigo —dijo León con voz profunda y firme, pero en el fondo de su firmeza se notaba el nerviosismo y claro que Milka lo notó—. ¿Llamaste a la policía?

—Sí, acaban de irse —contestó ella viendo todo el caos a su alrededor—. No pudieron hacer mucho sin pruebas...

—Entiendo. Pero no te preocupes, haré todo lo que esté en mis manos para descubrir quién hizo esto.

"¿En mis manos?"

Sin embargo, luego de eso se hizo un gran silencio que dejaba en claro lo inocultable.

—Fue ella, ¿no es cierto?

León se mordió el labio teniendo cuidado con sus palabras. Pero claro, ella no pudo ver eso.

—Yo... de verdad no tengo intenciones de señalar a nadie, pero León, si yo lo pensé estoy segura de que tú tambien... —murmuró ella con cierta verguenza y timidez.

León suspiró a través del teléfono. Él sabía muy bien que ninguno de los dos era tan estúpido como para fingir serlo.

—Lo sé. Es probable que haya sido ella. Pero necesitamos pruebas antes de acusarla. No puedo actuar solo por sospechas. Trabajaré para descubrir quién fue realmente y hacer que paguen por lo que hicieron. ¿De acuerdo?

"¿Trabajaré? ¿paguen?"

Milka sintió un poco de alivio al saber que no estaba sola en esto, todo lo contrario a su molestia al inicio de la llamada. De todos modos, ¿qué más podía hacer si no aceptar lo que los demás querían para ella? Ella nunca había sentido que tenía el control de su alrededor, siempre estuvo metida en su cubículo, con sus artículos, bajo las indicaciones de Nicole, su jefa. ¿Qué podría saber Milka de tomar decisiones?

—Está bien.

—¿Necesitas que vaya? —le preguntó él con voz profunda y paciente—. Puedo pasar por ti si lo necesitas.

—No.

Y después de un despido, Milka colgó. Ya no quería hablar más de ello, y no quería hablar con León.

Pero mientras más pasaba cada minuto Milka se daba cada vez más cuenta de que... era mejor pasar la noche con León esa vez que quedarse ahí, en medio del desastre, peligrando en su soledad. ¿Qué haría si alguien se aparecía y le hacía algo? ¿qué haría si aquella mujer rubia e imponente la buscaba, le escupía que era una zorra en la cara y le hacía lo mismo que a su casa?

Milka decidió llamar al pelinegro de nuevo, nerviosa pero decidida a pedirle ayuda, porque mejor velar por su vida que por su orgullo y dignidad.

El tono no sonó más de una vez cuando León le contesto enseguida.

—Hey, ¿estás bien? —preguntó con preocupación; su voz parecía apresurada.

—Sí, sólo... necesito un poco de compañía en este momento. Y tal vez podríamos ordenar comida para llevar —dijo Milka con un poco de timidez y temor mezclados.

—La comida es tu forma de apaciguar la ansiedad, ¿no es cierto?

Milka no respondió.

—Llevaré macarrones —dijo León, y en el fondo se escuchó el resoplido de su cigarrillo, pues esa era su forma.

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