Fotografíame, alfarero ©
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Por: soevwo
Capítulo 01

"El fotógrafo doble cara"

Milka siempre fue una chica trabajadora que ha dedicado gran parte de su vida a su carrera como escritora en una revista local.

¡Deprimente! Se le iba el yoyo. De vez en cuando a la pobre le saltaban los tornillos y escupía odio hacia su oficio. ¿Pero a quién le importa si alguien más es infeliz? ¡ja, ja!

Inconscientemente, siempre buscando algo de compañía... no podía evitar sentir que le carcomía la soledad.

Sí, es una idea tonta, pero seamos honestos, ¿acaso no todos buscamos lo mismo? Ella había tenido varias relaciones (románticas y amistosas) fallidas. Comenzaba a creer que nunca encontraría a alguien con quien compartir su vida, pues en su mayoría sólo se encontraba con tipejos despistados y sin propósito, nada que ella necesite en su ya atareada vida individualista.

Va, mejor estar sola que con un imbécil que se saca los mocos.

Esa semana Milka estaba cubriendo un evento de ropa hecho por vecinas con delirios de grandeza, esto para la revista en la que trabajaba, nada realmente importante. Estaba tomando notas y haciendo entrevistas con los diseñadores y modelos intentando sacar algo bueno; honestamente estaba hasta "aquí" de tonterías fashionistas. Por otro lado, su compañera de trabajo —y buena amiga— Carly estaba encantada diciendo como niña pequeña que le gustaba "mezclarse con la 'crema y nata'", aunque fueran puros idiotas para Milka.

Mientras Milka anotaba con poco entusiasmo los detalles del evento, pudo ver a lo lejos a un trabajador diferente, casi con el mismo "entusiasmo que ella". Se le veía aburrido, pero bastante concentrado en lo suyo. La castaña —con sus mechones internos en verde metálico— se acercó al sitio, pero Carly le jaló del brazo insistiéndole que había buen material para anotar justo del lado contrario al desconocido que resaltaba entre la multitud esnob de papel.

Milka tomaba nota frenéticamente en su libreta de apuntes, intentando capturar cada detalle de las creaciones de los diseñadores locales.

Los pocos flashes de las cámaras resultaban molestos. Milka se sentía abrumada. Mientras eso pasaba, se detuvo a mirar a su alrededor buscando al enigmático sujeto que había visto pasar, con su cabello negro, su chaqueta de mezclilla simplona y su cámara colgando del cuello.

Para su sorpresa, cuando se centró, Milka notó a un hombre parado a su lado. Sí, era el fotógrafo, con una sonrisa boba y un acento medio forzado. Se presentó como León, fotógrafo para una revista contraria a la suya, y esto último le agitó la mente. ¿Qué editorial sería? ¿era una amenaza? Vaya valor para confesar que venía a sacar chismes negativos para hundir a la empresa para la que Milka trabajaba, casi que él tipo se estaba luciendo.

Milka se acercó a él y le preguntó:

—Entonces... ¿sabes que acabas de confesar que vienes a destruir  mi trabajo? ¿sí? ¿no? —se mostró neutral, de todos modos trabajaba por dinero, no por la causa de la revista. Cachín, cachín.

—No es personal, yo sólo estoy trabajando. Soy un fotógrafo independiente —contestó el muchacho hundiéndose de hombros—. He sido honesto, ¿vale de algo, eh, tú...?

—Milka, soy Milka, escritora de la revista para la que estoy cubriendo el evento —contestó la castaña y el tipo le detalló las pulseras que no combinaban entre sí, y los zapatos medio gastados al frente.

—Es un placer conocerte, Milka. ¿Cómo te está yendo el día? —comiquísima introducción.

—Bien, gracias. ¿Y a ti? —Milka le siguió la corriente mientras veía pasar un par de vestuarios; claramente con sarcasmo incluído.

—Estoy disfrutando mucho de este desfile, hay algunas piezas realmente impresionantes aquí para ser de bajo presupuesto.

Milka asintió con la cabeza.

—Sí, estoy de acuerdo. He estado haciendo algunas entrevistas y tomando notas para mi artículo.

—Eso suena emocionante. ¿Quieres que te ayude a tomar algunas fotos para tu artículo? —preguntó el pelinegro a su lado y Milka solo pudo sentirse confundida al respecto.

Claramente León estaba del lado gris del panorama, tomar fotos era su brillo, independientemente de para quien. Dinero es dinero provenga de donde provenga. Milka comprendía el asunto.

—De hecho eso sería excelente —le contestó la muchacha—, un par de fotos no viene mal. Además, necesito tus fotos para derrocar al articulo enemigo que tiene... tus  fotos.

Qué ironía.

—¿Verdad que sí? —León miraba a través del lente de su camara a Milka y ella solo trató de cubrirse, más no alcanzó a evitar ser fotografiada por él—. Soy de precio adsequible, pero tampoco soy un vagabundo. Te saldrá barato si me caes bien, pero aún no sé eso. ¿Quieres caerme bien? —le preguntó.

Milka no hizo más que alzar una ceja distraída con lo extraño que León podía comportase en un área de trabajo.

—Excelente, también quiero agradarte —se respondió a sí mismo—. Te voy a dar mi número para que nos reunamos a hablar de tu artículo, ¿te parece bien?

Ella aceptó y recibió el número del tipo.

De salida, Milka se reencontró con Carly, quien se acercó a ella rápidamente y le preguntó:

—¿Dónde estuviste? ¿sabes con quién hablé? Bah, te mueres de la envidia, ¡con Clara Burnham! —la pelirroja parecía feliz—. Te desapareciste feo, ¿qué te hiciste?

—Estuve hablando con un fotógrafo que se ofreció a ayudarme con mi parte, creo que he hecho un buen contacto laboral —dijo Milka—. ¿Quién es Clara Burnham?

Carly se sotuvo el pecho como si sufirera un infarto.

—Es un chiste, sé quien es, la verdad si me muero de la envidia —Milka finjió estar cabizabja por ello—. ¿Me pasas lo que te dijo...? —se hizo la victima para tomar las sobras del trabajo de Carly para su propio escrito. Carly lo sabía, así que rodó los ojos soltando un "sí".

Por lo general, luego de un evento nocturno Milka y Carly siempre quedaban juntas en casa de la otra; siempre había que volver seguras, además era divertido andar de pijamada adulta. El queso de la nevera de Milka no se iba a comer solo, Carly había ido esa vez. Ponían canciones forzosamente rosas para sentirse pequeñas de nuevo, como si el hecho de ser adultas fuera un contratiempo.

—Entonces... este fotógrafo, ¿si toma buenas fotos? —le preguntó la compañera a Milka.

—Es un fotógrafo, ¿tú qué crees?

—He probado comida hecha por chefs profesionales que sabe a cartón con vinagre.

—Creo que es alguien que puede darnos buen material —contestó la castaña—. Lo más importante es el por qué. Dijo que estaba fotografiando para una empresa rival, más no sé cual —contó—. No puedo dejarlo pasar. No está de ningún lado realmente.

—Ah, ya veo, eres escurridiza —Carly comenzó a ponerse su pijama, que claramente era solo ropa gastada, al igual que la de Milka—. Tienes que tener cuidado, a veces uno se cree el león y resultamos ser el ratón. No dejes que este fotógrafo estrella vaya a husmear mucho en tu artículo, podría ser un topo.

—De león a topo se me sube la confianza, eh. Además, casualmente así se llama.

—¿Se llama cómo?

—Se llama León.

—Te lo tomaste demasiado literal —Carly rió, aquello había sido muy tonto.

Por esa noche la cosa fue simple, un baño y a dormir. Milka tenía trabajo el día siguiente, y el que sigue, y el que le seguía a ese... a veces sentía que sus días libres también terminaban siendo dedicados a su infernal trabajo. Era desalentador hasta cierto punto, pero nada que le hiciera sentir demasiado decaída. Era la realidad de todo el mundo de todos modos.

• • •

"Buenos días, princesa. Soy un auténtico caballero y me gustan los delfines. Mis pasatienpos son jugar al paintball e invertir en criptomonedas. Puedo enseñarte a hacerlo, eso si, nos vamos 50/50 ;) Hablemos —Natan."

Milka parpadeó con disgusto mientras leía este mensaje en su bandeja de entrada de una app para citas juveniles llamada Attemp.

Todavía casi que tenía la almohada marcada en la cara y ya había recibido una fuerte cachetada de parte de la vida que le recordaba que estaba soltera en un mundo de solteros sin potencial. Sí, ella no era precisamente la cereza del pastel, la última Coca-Cola del desierto, pero carajo, ¿en serio? ¿en serio, Natan? Estaba rechazado, claramente.

Se levantó, se dio un baño, se vistió y salió de partida directo a la empresa editorial para la cual trabajaba. Milka no tenía problemas en elegir algo cómodo pero decente, y el cabello lacio ayudaba mucho a saltarse la tarea de peinarse. Carly se quedaba en su casa; a ella no le tocaba trabajar ese día, ya vería ella qué hacer. El resto del día trancurrió con normalidad, nada destacable para Milka. Para cuando salió de la oficina, ella ya tenía más para su artículo, un fuerte dolor de espalda y un hambre atroz.

Fuera de las instalaciones de la revista Mary Gary's Milka sacó su celular de la mochila y revisó lo que tenía pendiente cuando notó un mensaje distinto. Era de un número desconocido y decía:

"Hey Milka, soy León, el fotógrafo súper irritante. Ya he terminado con mi trabajo anterior, ¿te parece si quedamos mañana para hablar de las fotos que dijiste que querías? Estoy libre para otra comisión. Buenas noches."

"¿Buenas noches?" Oh, claro. El mesaje era de la noche anterior, por lo que "mañana" en realidad era hoy.

Milka comenzó a responder al texto y envió:

"Hey León, apenas leo tu mensaje, una disculpa. Me parece bien, estoy cerca del parque 'de la esquina', ese que está por Mary Gary's. ¿Nos encontramos ahí?"

No pasó mucho tiempo cuando León respondió afirmando la quedada y Milka comenzó a caminar hasta el parque buscando encontrarse con el fotógrafo y, una vez ahí después de saludarse con un apretón de manos, caminan en silencio por un momento, disfrutando de la vida callejera.

¡Oh, wow! ¡qué sublime montón de basura! Excelente decoración urbana.

—Entonces, ¿qué opinas del evento de los vecinos? —preguntó Milka, llevando la conversación a un tema que se acercaba a lo que iban a discutir.

—Bueno, para ser honesto, no estoy muy seguro. La "moda" siempre ha sido algo un poco confuso para mí —respondió León, encogiéndose de hombros. Parecía sumamente nervioso por algo, pero bueno, lo personal se deja quieto.

—¿Qué quieres decir? ¿no te gustan los eventos de ropa? —preguntó Milka, sorprendida por la respuesta del contrario.

—No es que no me guste, es solo que siento que muchas de las tendencias son un poco absurdas. ¿Quién quiere usar zapatos sin cordones o pantalones que no cubren sus tobillos? —explicó León, haciendo una mueca de desagrado.

—Bueno, eso es solo una forma de expresión artística. Nuestras vecinas costureras buscan una forma de arte en sí mismas. Cada quién con lo suyo —replicó Milka. Bah, qué intelectual.

—Eso es verdad, pero a veces creo que la gente se toma demasiado en serio las tendencias. Al final todos somos de carne y hueso —agregó León con una mueca divertida.

Milka y León continuaron discutiendo y sus opiniones divergentes durante un rato más, con nuevas perspectivas y comprendiendo mejor a su conversación opuesta. A pesar de no estar de acuerdo en todo, ambos disfrutaron de la conversación y respetaron las opiniones del otro como personas adultas que debían obligarse a ser.

Finalmente, Milka rompe con la conversación raspándose el esmalte de las uñas, y le pregunta a León:

—¿Por qué participaste en un artículo sobre un desfile de ropa si piensas que es absurda?

—Bueno, es un poco complicado. Amo la fotografía y la moda es una forma de arte que me permite capturar la belleza y la elegancia en imágenes. Además es el área que más solicita fotógrafos —contestó León—, pero también pienso que a veces se toma demasiado en serio y se convierte en un juego de apariencias superficiales. Y a mí me gusta el desmadre de estar vivo y ser... uno como es.

—Entiendo lo que quieres decir —dijo Milka mirando sus pies mientras avanzaban—. Creo que la fotografía puede ser una forma de expresión, pero a veces se vuelve demasiado comercial y pierde su significado original. A mi me tiene un poco sobrecargada el tema.

—Exactamente. Me gusta retratar la vida de una manera auténtica, que capture su esencia y no solo su superficie. Quiero mostrar la vida como una forma de arte, no como un medio para hacer una declaración social.

León bostezó como un gran felino; ¿no había dormido bien? ¿qué le tendría tan cansado?

—Eso está interesante. ¿Cuáles son tus fotografías favoritas que has tomado? —le preguntó ella.

León, ansioso por el cigarrillo de su bolsillo, se mostró pensativo.

—Me encanta una foto que tomé en esta ciudad. Capturé a una chica caminando con un vestido de noche negro con un escote en V y unos zapatos de tacón de aguja. La luz caía sobre ella de una manera mágica y pude capturar la elegancia y la confianza en su mirada. Fue realmente algo especial —contó—. Sin embargo, cuando le hice algunas preguntas estaba hueca. Solo hablaba de telas y eventos exclusivos que seguro eran mentiras.

Milka se carcajeó y asiente en señal de acuerdo. La conversación continúa mientras caminan por las aceras, discutiendo sus opiniones sobre la fotografía. A medida que hablan comienzan a descubrir que tienen una conexión... particular en contra del mundo de las apariencias comerciales.

Un celular comenzó a sonar. León lo sacó de su bolsillo, sus cigarros caen, los recoge rápidamente y miró la pantalla, reconociendo el número que repicaba. Él suspiró con algo de pesadez antes de contestar.

—Hola, Nuria —respondió León con un tono de voz cansado mirando de reojo a Milka, que esperaba pacientemente revisando su propio celular. ¡Oh dios, tiktok está lleno de gatitos!

—¿Dónde estás? ¿por qué has estado fuera por tanto tiempo? —le preguntó su novia con un tono acusador.

El pelinegro miró a Milka una vez más, parecía estar interesada en la conversación. Él se disculpó con ella antes de alejarse un poco para hablar en privado con Nuria.

—Estoy con un amigo. No es necesario que te pongas así —respondió León con calma; no es que él fuera de poco fiar... tenía sus razones.

—¿Un amigo? ¿de quién se trata? ¿es una mujer? —preguntó la contraria con celos.

—Sí, es una mujer. Nos estamos conociendo. No hay nada de qué preocuparse, es parte del trabajo. Voy a tomar unas fotografías para el Mary Gary's y... —explicó León intentando calmar a su novia.

Uy, ¡la regaste, amigo!

—¿Cómo puedes decir que no hay nada de qué preocuparse? ¿no te das cuenta de lo que estás haciendo? —preguntó Nuria con voz agitada.

—Linda, estoy cansado de esta situación. No podemos seguir así. Estoy confundido con esto. Necesito aclarar mis cosas —le confesó León con sinceridad; Milka escuchaba sin intenciones de husmear... oh, pero si husmeó.

Nuria suspiró al otro lado de la línea antes de responder:

—Está bien, León. Haz lo que tengas que hacer. Pero te advierto, si alguna vez me engañas, nunca te perdonaré.

León colgó la llamada y regresó junto a Milka. Ella lo miró con curiosidad, había notado más o menos la seriedad de la conversación.

—¿Todo está bien? —le preguntó la castaña con algo de timidez. El chico se quedó estático viendo el color oculto por debajo de su cabello oscuro, un verde sirenezco.

—Sí, todo está bien —respondió León, tratando de sonreír bobamente—. Mi novia es... complicada.

—Lo siento. Ánimos, eh —dijo Milka con compasión. No podía negar que se sentía algo-muy decepcionada—, ¿quieres hablar de ello? —preguntó por cortesía, aunque realmente no quería saber nada de nada.

León negó con la cabeza.

—No es necesario. Gracias por preocuparte.

Milka asintió hundiéndose en silencio.

—Aunqueee... —León se desvió y continuó con el tema, contradictoriamente.

Milka y el pelinegro siguieron hablando mientras caminan por el parque y él le cuenta más detalles sobre su relación, aunque le resultará indebido. La castaña escucha atentamente mientras León comenta:

—Nuria es muy exigente y posesiva. Parece que no confía en mí y siempre quiere controlar todo lo que hago. Me entristece, realmente he hecho todo por consentirla, pero con el tiempo me he estado rindiendo y... lo he abandonado poco a poco.

—Eso suena agotador... —dijo Milka por lo bajo y sintió aquella situación muy familiar para sí— ¿Cómo empezó todo eso?

—Bueno, al principio todo parecía perfecto —comenzó a contar—, pero con el tiempo empezó a mostrar su verdadera personalidad —dijo León—. Yo intenté hacerle ver que eso no es amar, pero ella se niega a escucharme y solo se deja llevar por videos raritos en f******k sobre "Cómo saber si tú hombre te está engañando".

—¿Por qué sigues en esa relación si no te hace feliz? —preguntó la castaña sin mala intención; era imparcial.

—Es complicado —León negó con la cabeza—. Hay momentos en los que realmente disfruto su compañía, pero hay otros en los que simplemente quiero huir. Pero creo que también tengo miedo de estar solo —confesó apenado.

Milka sintió que se le heló la sangre al escuchar aquello. Solo. Estar solo. ¿Cómo se sentía eso? Ah... claro... la soledad se sentía como ser ella.

—No hay nada de malo en estar solo. De hecho, a veces es necesario para encontrar la felicidad verdadera —opinó Milka con hipocresía—. Te lo digo yo que sé lo que es sanar a solas. A fin de cuentas se siente alivo.

León se queda pensativo por un momento antes de responder:

—Tienes razón. Tal vez sea hora de que haga algo al respecto. Gracias por hacerme ver las cosas desde otra perspectiva.

—No hay de qué. Psicóloga número uno de fotógrafos desempleados —bromeó y León rió por su lado.

Como León parecía decaído por su relación, Milka no quiso volver a sacar el tema del artículo. Le pareció que lo mejor era animarlo al respecto y hablar de otras cosas más triviales para que pasara un momento diferente esa tarde cercana al anochecer. Una vez oscureció, León y ella se despidieron planeando la próxima salida juntos, ya fuera porque sí o para hablar sobre las fotografías. La verdad era que Milka estaba ansiosa por el proyecto y por continuar conociendo a alguien tan cómico como León, con su aire ligero y su clara ansiedad por querer abandonar el cigarrillo... después de todo conocer a alguien nuevo a veces podía ser más agradable de lo normal. Sí, agradable.

Cuando Milka volvió a su casa encontró una nota de su amiga la pelirroja pegada en la puerta del microondas:

"Te guardé una empanada de jamón y queso. Ily. —Carly."

• • •

Las quedadas entre León y Milka se hicieron cada vez más frecuentes. Por lo general eran en el parque gastado de siempre o en un quiosco donde vendían café negro en vasos pequeños, ambos lugares cerca del Mary Gary's.

Una tarde, el pelinegro estaba sentado en su cocina revisando algunas fotografías, con su novia Nuria frente a él, cruzada de brazos. Ella estaba visiblemente enojada y estaba discutiendo con él.

—¿Cómo puedes estar con esa chica todo el tiempo? ¿no te das cuenta? —preguntó ella con frustración.

—Es solo una amiga y compañera de trabajo, linda. No hay nada más que eso —respondió León tratando de mantener la calma, y decía la verdad—. Te recuerdo que nos reunimos porque me está comisionando. No puedes celar a cada cliente de género femenino para la cual yo decida trabajar, es absurdo.

—No me digas que eres ciego, León. Puedo ver cómo te emocionas cada que le envías o la llamas... ¡te gusta esa perra! ¡estás enamorado de ella! —gritó Nuria en su dirección.

—No, no lo estoy. Te quiero a ti —insistió el pelinegro—, y quiero esta relación. La verdadera pregunta es, ¿tú me vas a dejar seguir con esta relación?

La contraria se exaltó con una mueca de angustia.

—Entonces, ¿por qué no puedes dejar de pasar tiempo con ella? ¿por qué siempre tienen que estar juntos? —preguntó con lágrimas en los ojos, pero León sabía que eran lágrimas de cocodrilo.

El pelinegro suspiró y se frotó la frente. Sabía que no podía seguir mintiendo a Nuria sobre sus sentimientos ni mintiéndose a sí mismo sobre su paz mental.

—Mira, no sé cómo decirte esto, pero... no estoy seguro de lo que siento por ti justo ahora, y creéme que no tiene que ver con ninguna otra. He estado confundido últimamente y necesito tiempo para aclarar mis pensamientos, ya lo había dicho. Me atormentas, me acusas, minimizas mis esfuerzos por estar bien contigo; es obvio que debo respirar un poco de eso. ¡Ya estoy lo suficientemente ocupado con la alfarería de papá, m*****a sea!

Nuria se levantó de su silla.

—Entiendo —asintió varias veces con ira—. Creo que es mejor que nos demos un tiempo. Pero que sepas que tu padre se va a enterar. A ver si sigue consintiendo al niño de papá —dijo antes de salir de la cocina y dejar a León con su confusión y sus miedos hacia la soledad.

Después de que Nuria le dejara, él se quedó sentado en silencio, intentando procesar lo que acababa de pasar. Sabía que su relación con ella nunca había sido fácil, pero nunca esperó que terminara así.

De repente, escuchó un gran estruendo proveniente del salón de estar. León se levantó y se dirigió hacia allá para ver qué diablos estaba pasando; cuando llegó, encontró a Nuria rompiendo cosas y arrojándolas alrededor de la habitación, como una loca de remate.

—¿Qué estás haciendo? ¡para ya! —gritó intentando detenerla.

—¡No puedes dejarme! ¡maldito desgraciado egoísta! —gritó Nuria, mientras seguía rompiendo cosas al azar, como si aquél berrinche tan ridículo fuera a resultar en algo bueno.

León intentó calmarla, pero ella se negó a escucharlo. Finalmente, tuvo que llamar a la policía para que la sacaran de la casa que, a fin de cuentas, era suya. Nuria siguió llorando y gritando, dejando a León en medio de un desastre doméstico y un drama emocional.

A partir de ese momento, el pelinegro se dio cuenta que su relación había llegado a su fin por las malas y hasta las peores.

Se sentó en el sofá y se cubrió la cara con las manos. Oh, m****a, aquí venía; venía la incertidumbre de la soledad, el miedo al fracaso emocional.

Encendió un cigarro y se idealizó a la fuerza.

La idea de haber terminado con Nuria y tener que enfrentar su sentir lo abrumaba. Se daba cuenta de que tendría que tomar una decisión importante sobre su futuro; para ello debía aprender a sanar solo, tal y como Milka le había aconsejado. Era aterrador para él pensar en estar solo.

Pasó varias horas sentado en el sofá, tratando de aclarar sus pensamientos y hacer frente a sus sentimientos. Finalmente, decidió que debía hablar con Milka para pedirle más palabras de aliento con respecto a lo que había pasado, pues encontraba en las palabras de Milka la sensación de que ella sabía de lo que estaba hablando.

Con esa decisión en mente, se levantó del sofá y comenzó a recoger los restos de su hogar luego de enviarle un par de mensajes a la castaña sobre el tema. ¿Apresurado? Sí, pero sus nervios le ganaban. Quería saber si Milka opinaba que él había hecho lo correcto... o no.

Mientras León recogía, su teléfono sonó varias veces. Era Milka, preocupada por él y preguntando cómo estaba después de lo sucedido. León trató de tranquilizarla, diciéndole que estaba bien, aunque sabía que no era cierto.

Finalmente, después de unas horas de limpieza, León, destruído decidió llamar a Milka y pedirle que fuera a verlo. Ella aceptó rápidamente, y una vez ahí presente León le invitó a pasar a su salón, donde quedó rodeado de cajas llenas de cosas rotas.

—¿Cómo estás? —preguntó Milka, preocupada. Era una pregunta con respuesta obvia, ¿pero cómo más podría comenzar esa conversación?

Pudo oler el humo en el sitio.

—Estoy bien, gracias por preocuparte. Solo necesitaba un poco de tiempo para procesarlo todo —respondió León con una triste sonrisa—. ¿Crees... crees que me equivoqué al hacer esto, Milka?

¿Cómo le hace preguntas de ese estilo a una extraña?

La castaña se sentó a su lado dándole un poco de consuelo en ese momento difícil. Su madre solía hacer lo mismo con ella cuando se sentía abrumada, por lo que pensó que tal vez funcionaría bien con León.

Después del incidente con Nuria, él se sentía dolido. Había perdido su hogar y su relación había terminado de manera tan dramática. Era difícil para él aceptar todo lo que había sucedido a pesar de que en el fondo sentía como perdía un peso de encima.

—León, sé que estás pasando por un momento difícil, pero con lo poco que sé... creo que has hecho lo mejor para ti —le dijo Milka con honestidad.

Tantos libros de psicología en internet vía P*F finalmente tenía sus frutos amargos.

—Gracias, realmente aprecio tu consejo —dijo León—. Oye, Milka... sé que yo mismo te he invitado a venir y que esto sonará raro pero,  ¿me das un poco de tiempo para tragarme todo esto a lo imbécil? —preguntó.

Ella comprendió.

—Claro, toma el tiempo que necesites —comenzó a levantarse la castaña—. No te preocupes, entiendo muy bien lo que quisiste decir. La maravilla del celular están disponibles, puedes enviarme cuando ya hayas tomado el tiempo necesario para continuar —le dijo con un tono chistoso; el pelinegro rió por lo bajo.

León la acompañó hasta la puerta y la agradeció por su compañía. Después de que Milka se fue, León se sentó en su sofá —sí, otra vez— y comenzó a reflexionar. Se dio cuenta de que tenía muchas cosas que resolver antes de poder avanzar con cualquier nueva relación, pero al menos ya sabía que contaba con la amistad y comprensión de Mikka para ayudarlo cuando se le saliera el cerebro de los cabales.

Milka se despidió de León y comenzó a caminar por la calle de camino a su casa. Observó el bullicio de la ciudad, los transeúntes corriendo de un lado a otro y los taxis sonando sus bocinas mientras gritaban groserías a quienes se atravesaban. Ella se sentía un poco perdida en sus pensamientos, pensando en León, el trabajo y su propio sentir con respecto a la soledad.

¿Era realmente tan malo manejar con ello?

Milka no podía entender por qué alguien como Nuria, que parecía ser tan neurótica y controladora, estaría con alguien como León, que era alguien tan... "libre". La castaña, haciendo remolino uno de sus mechones verdes, se preguntó si León realmente la amaba o simplemente se sentía atrapado en una relación tóxica.

Llegó a la parada de autobús y se apoyó en un poste mientras esperaba. Ayudando a recién conocidos, ¡yei! El mejor papel para una dulce samaritana. Finalmente, el autobús llegó y Milka subió a el.

Al llegar, Milka entra a su casa y es recibida por el caos que es su hogar. Parece que ha sido invadido por papeles y objetos de todas partes, sin un orden aparente. Hay pilas de revistas viejas con artículos anticuados, fotografías rasgadas y recortes de periódicos esparcidos por todas partes. Milka intenta avanzar por la casa sin pisar nada, pero la tarea es difícil debido a la cantidad de cosas que hay por el suelo haciendo de alfombra.

Su porche es igual de desorganizado, con cajas de periódicos y libros de corrección apilados hasta el techo. Milka siempre pensaba en cuán difícil es mantener su casa limpia y organizada mientras trabaja como escritora matutina, pero al mismo tiempo sabe que es esencial para su trabajo todo ese nido de ratas que por alguna razón le causa inspiración rebuscada.

Entre uno de esos periódicos una breve noticia: "La familia Preston una vez más escandaliza a los policías con sobornos".

Dispuesta a descansar esa tarde, Milka se sumergió en la bañera llena de burbujas y cerró los ojos, dejándose llevar por la música adolescente que sonaba en el fondo. Nunca había estado tan feliz de escuchar una playlist de edits, a veces finjía que ella era un edit. Justo cuando comenzó a relajarse, su teléfono sonó interrumpiendo su momento de tranquilidad; era Carly.

—¿Dónde diablos has estado? —preguntó la pelirroja con preocupación en su voz.

—Lo siento por desaparecer —respondió Milka con una risa incómoda mientras jugaba con la espuma de su baño—. He estado un rato en lo de León y me distraje.

—¿Y el proyecto? —preguntó Carly.

—Hemos discutido varias veces sobre el concepto —contestó la castaña—. Es un artículo sobre la ciudad en sí, tipo post de p*******t, él me está enseñando a ver las cosas de una forma diferente, a través de su lente.

—Nena, eso es genial, pero tienes que escribir más para la revista. La jefa está comenzando a ponerse ansiosa con tus entregas —explicó su amiga—. No te embotelles con ese artículo y dale algo rápido para que se tranquilice o va a terminar saltando como un bulldog con rabia a lanzarnos espuma a todos en la cara.

—Lo sé, lo sé. Prometo que esta semana tendré algo listo para ella. La rabia no es tan mala comparado con escribir tanto artículo vacío de principio a fin —dijo Milka—. ¿No sientes la necesidad de escribir algo diferente a artículos de ropa local y recetas de cocina libre de gluten?

—Carajo, claro que sí. La semana pasada tuve que inventarme trescientas palabras en una receta de pan integral. ¡PAN INTEGRAL!

Milka se carcajeó a través de la línea.

—Bueno, solo quería asegurarme de que estuvieras bien y que sigas trabajando. No queremos problemas con la bulldog —repitió la pelirroja.

—Gracias, Carly. Te prometo que estaré más atenta.

La castaña colgó el teléfono y se sumergió de nuevo en la bañera tratando de no pensar en el trabajo hastiante que la sumergía aún más en un destino hundido en el aislamiento social. La idea de tener que escribir algo para la revista le hacía sentir un estrés imperdonable. Se preguntaba si alguna vez escribiría y sentiría amor por ello... ¿dónde está la opción de antiestrés? ¡debería ser ilegal! ¿dónde está la planilla de solicitud para demandar al Creador? ¡bah!

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