Falso Matrimonio
Falso Matrimonio
Por: Jannina Morales
1 Sorprendida.

Perla despertó después de su noche de bodas, se percató de que se encontraba en una lujosa e inmensa habitación, parecía como de un cuento de hadas, demasiado lujosa para la capacidad económica que tenían ella y su esposo que apenas ganaban el sueldo mínimo con sus empleos. Se dijo dentro de sí:

"Damián debió gastar meses de su sueldo que recibe en el bufete."

Vio su vestido de novia y sus zapatos sobre un diván, también se encontraba el traje de su esposo.

Volteó a mirar hacia el otro lado de la cama y sonrió, allí estaba él durmiendo, Perla asumió que se encontraba profundamente dormido, seguramente al igual que ella no recordaba casi nada de la noche anterior. Se acercó a él, Damián estaba de medio lado dándole a ella la espalda, Perla muy cariñosa tocó su brazo, se percató que lo velludo, nunca antes lo había sentido así. Sin embargo le habló. Con una voz apacible le dijo:

—Buenos días esposo.

Él abrió sus ojos, notó de inmediato que se encontraba en una habitación que no había visto antes, pero no recordaba cómo había llegado a ese lugar, se sentía fatal, como si hubieran golpeado fuerte su cabeza, pensó que se debía a la noche de farra que seguramente había vivido.

El hombre volteó a mirar a Perla, sus ojos se encontraron solo para que ella se percatara que el hombre que estaba a su lado no era su esposo, sino un desconocido. Impresionada se levantó de la cama arrastrando consigo la sábana que cubría su cuerpo desnudo.

—¡¿Quién es usted?! —Gritó, el hombre se llamaba Jeremith Hamilton, él estaba tan impresionado como ella, pero rápidamente pensó que se trataba de una prostituta, entonces en mal tono le dijo:

—¿Desde cuando las mujeres como tú preguntan en nombre de sus clientes?

—¿Mujeres como yo? ¿Qué quiere decir con eso? —Él puso una expresión burlona y la miró de arriba abajo.

—¿De verdad tengo que responderle? —Notó que ella estaba pálida y parecía asustada.

—Supongo que es… una dama de compañía, seguramente Arturo te mandó a mí habitación a hacerme pasar bien la noche; la verdad no recuerdo nada, debí beber todo el licor del bar.

—¿Supone que soy una prostituta?

—¿Acaso no lo es? —Él se puso de pie con su cuerpo desnudo, Perla se ruborizó y volteó su rostro a otra parte, de inmediato sollozó.

—¿Qué le sucede? Ya sé, no tienes qué responder, supongo que debo pagarle por sus servicios. —Se acercó al diván donde estaba su ropa, tenía la intención de buscar dinero en su billetera—. Arturo te envío como un regalo, pero yo soy el que debo pagar por tus servicios.

De pronto Jeremith se percató que el traje que estaba allí era el mismo que había usado meses atrás para casarse con Silvana, su antigua prometida, quién lo dejó plantado en el altar; amargamente recordó ese vergonzoso momento, también recordó que había tirado ese traje al bote de la basura, entonces se puso furioso y lo agarró, luego con una voz ronca comentó:

—¿Qué clase de broma es esta? ¡Arturo me va a escuchar! ¿Cómo se atreve a hacerme esto?

Observó el vestido blanco de Perla y el velo de novia, lo agarró y volteó a mirar a la joven, ella tenía los ojos llenos de lágrimas y su cuerpo estaba temblando, aferrándose a la sábana que la cubría. Él estaba indignado, pero pensó que ella solo estaba cumpliendo con su servicio. Buscó su cartera, sacó varios billetes y los lanzó sobre la cama.

—Supongo que eso es suficiente, ahora vístete y lárgate.

Ella agarró el vestido y las zapatillas, después corrió al baño y cerró la puerta con el seguro, luego se puso a llorar y dijo entre sollozos:

—¡Dios mío, ¿por qué estoy con este hombre? ¿Cómo pudo pasar esto? Me casé con Damián pero pasé mi noche de bodas con un hombre que no conozco!

Se sintió avergonzada, perdida, no sabía qué hacer. Se metió a la ducha y mojó su cuerpo desesperadamente, se puso mucho jabón intentando así borrar lo que había sucedido con ese hombre, no le cambia duda que habían estado juntos, había traicionado a su esposo, lo que debió ser una maravillosa noche de bodas, se había convertido en una horrible pesadilla.

Jeremith se puso el traje, odiaba hacerlo, le recordaba aquella humillante mañana cuando Silvana lo dejó plantado en el altar y lo convirtió en el hazme de qué hablar de toda la alta alcurnia de Chicago, pero no tenía alternativa, debía ponerse ese traje, deseaba marcharse de inmediato de esa m*****a habitación, pensaba buscar a Arturo y darle un puñetazo en la cara para que dejara de ser tan payaso.

Se vistió, se puso el calzado, después miró hacia la cómoda, allí se encontraba su costoso reloj, se acercó y lo agarró, en el momento que se le puso se percató que llevaba puesto un aro de matrimonio, se quedó perplejo por un par de segundos, luego comenzó a reírse a carcajadas meneando la cabeza, se quitó el anillo y dijo:

—¡Muy buena broma Arturo! como si yo fuera a casarme con una baratija de estas y de paso con una ramera.

De pronto se percató de que había un documento sobre la cómoda, curioso lo agarró y leyó, de inmediato se dio cuenta que se trataba de un acta de matrimonio, y su firma estaba grababa en ella; al lado izquierdo se encontraba la firma de una mujer:

"Perla Brown"

Jeremith puso cara de asombro.

—¡¿Pero qué m****a es esta? Este documento parece real!

Se preguntó así mismo sí estaría en Las Vegas y si allí se había casado con una prostituta. La idea le preocupó, en ese momento la mujer salió del baño con su vestido de novia, rápido agarró su bolso que estaba sobre el diván, tenía las mejillas llenas de lágrimas, Jeremith quería saber qué había sucedido realmente esa noche, pero antes que pudiera preguntar, ella salió corriendo, abrió la puerta salió de la habitación, Jeremith corrió detrás de ella con el acta de matrimonio en la mano.

—¡Espera! ¡Necesito que hablemos! Rápidamente ella subió al ascensor, las puertas de este se cerraron antes que él la hubiera alcanzado, Jeremith observó en el tablero que se dirigía al loving, entonces bajó las escaleras, pero cuando llegó, ella ya había desaparecido sin dejar un solo rastro en aquel lugar.

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