Yalens se miraba en el tocador, mientras Dennis peinaba y adornaba su cabello. Llevaba un vestido azul claro con delicados toques dorados en forma de rosas, que se extendían por la falda hasta arriba de las rodillas, con una sutil abertura en la pierna. El top, de tiras que se unían en el cuello, acentuaba con gracia su pequeña cintura.

—Dennis, ¿crees que tenga otra mujer? —inquirió la joven con la voz cargada de una abrumadora incertidumbre.

Dennis soltó una risa discreta. —Señorita, si tanto anhelaba verlo, ¿por qué no lo esperó esta mañana?

Yalens abrió los ojos de par en par, exclamando: —¡Oye!

—A su pregunta, no lo creo. Quizá esté comprando propiedades, usted sabe que la filial inmobiliaria del grupo Kalman es la que genera mayores ingresos. O tal vez vino a comprar arte; sabe que en los hoteles de Génova se llevan a cabo muchas subastas.

Yalens frunció los labios en un puchero, decidiendo que era mejor dejar el tema por la paz. Sus celos habían florecido días atrás, c