17. ¡Basta con tus celos estúpidos!
En el camino, padre e hija no pararon de parlotear, y cuando llegaron a casa, no fue menos distinto. Cassie estaba ya fuera de peligro y parecía animada con la idea de Cassio allí, tanto, que no dudó en invitarlo a su habitación a pesar de lo recelosa que era con sus cosas.
— Me agradas — le dijo la pequeña Cassie a su padre, y no sabía por qué, pero le inspiraba mucha confianza.
Cassio sonrió y la miró asombrado.
— Tú también me agradas.
— Genial, ahora podemos ser amigos y tendrás que venir a los viernes de pizza, ¿verdad, mami?
Kat, que llevaba un rato observándolos nostálgica bajo el marco de la puerta, se limpió un par de lágrimas que no pudo evitar derramar y asintió. El cuadro era tan perfecto que no le daba la voz.
Y es que ver a Cassio siendo padre por primera vez de una niña que apenas conocía, cautivó su corazón y le provocó una descarga de sus recuerdos más anhelados.
Siempre había estado esperando por ese momento, y odiaba que él se hubiese tenido que tardar cinco jodidos