11. ¡No voy a ir a una habitación contigo!
El beso que Cassio le había robado ese día, solo había servido para transformar su presente en un torbellino que advertía con destrozar todo a su paso… y todo aquello que había levantado con esfuerzo, dejando el corazón y los sentimientos de lado.
Soltó todo el aire contenido y se despojó de la ropa húmeda. Trabajar con él no iba a ser nada sencillo, pero debía resistir, por ella y por el futuro alentador que le había prometido a su hija.
— Tú puedes, Kat — se dijo a sí misma en voz baja y apagó las luces de su habitación.
Lamentaba no haber llegado a temprano para dormir a su hija. El tiempo compartido juntas era cada vez mucho menos. El trabajo demandaba mucho y solo esperaba que valiese absolutamente la pena, porque de una forma u otra, todo lo hacía por ella, por nadie más.
La mañana siguiente despertó como de costumbre, temprano. Preparó café y los pancakes favorito de Cassie que había aprendido a hacer por internet. No era buena en la cocina, pero todos esos años se las había ar