—¡Suéltame!
Noa retrocedió unos pasos intentando liberar su mano y mantenerse alejada de él. Al ver que ella insistía, Alex se mostró triste y pronto la soltó.
—Está bien. Entiendo que no puedes aceptarlo por el momento, vamos despacito —comentó Alex.
—¡Búscate a otra para ir despacito y no me molestes! —Noa retiró la mano. Echó una mirada hacia la muñeca que estaba roja por su fuerza y le regañó—: ¡Qué violento eres!
Su muñeca era delgada, con la piel delicada y blanca, lo que destacaba mucho la marca roja. Alex también lo vio y gruñó un poco avergonzado:
—No lo he hecho con fuerza.
—¡¿No sientes vergüenza al decir eso?! Si no fuiste tú quien lo hizo, ¿acaso hay alguien más aquí? —cuestionó Noa con enojo y levantó la mano para mostrarle la marca roja.
Alex quería contradecirla, pero, mirando su muñeca, no lo hizo. Se limitó a acercarse a ella y susurró:
—Discúlpame, Noa. La próxima vez no lo haré con tanta fuerza.
Dicho esto, tiró sus dedos de esa mano hacia sus propios labios y dio u