Alex no pudo evitar mover un poco sus brazos y pellizcar su cintura blanda y suave.
—Emm… —Noa emitió un sonido, como una bebé mimada.
Cuando se dio cuenta de que era Alex quien la había tocado, levantó su cabeza y le preguntó con una expresión inocente:
—Cariño, ¿por qué me pellizcaste?
Alex se quedó sin palabras, sintiéndose avergonzado.
Lanzó una mirada a Fernando, que estaba fingiendo no oír los sonidos que provenían del asiento trasero. Cuando percibió la mirada de su jefe, se apresuró a sacar sus auriculares y ponérselos rápidamente. No se atrevía a seguir escuchando.
Miguel también fingía estar sordo, concentrado únicamente en la carretera.
Al ver que los dos habían “perdido” el oído, Alex le susurró a la chica que estaba en sus brazos:
—No era mi intención pellizcarte, solo te toqué por accidente.
—No, me pellizcaste deliberadamente, ¡no fue un accidente!
Dicho esto, Noa encontró el mismo lugar en la cintura de Alex y lo pellizcó, diciendo:
—Tengo que devolverlo.
No se sabía si