Finalmente, después de más de medio año sentí que Guillermo se estaba comportando como un verdadero esposo. Si tan solo hubiera imaginado que tenía que presionarlo para que me tratara mejor; sin duda, lo hubiera anticipado mucho antes.
Todo entre los dos había cambiado, ahora era mucho más atento y cariñoso conmigo de lo que había sido jamás. Y eso me gustaba.
En mi pecho se formaba una calidez que retumbaba de amor y emoción, cada vez que él me consentía. Dejé de temerle a su toque porque ya no me trataba con desprecio o ira, incluso, le había dado algo de prioridad a mi placer.
Hacía varios meses que no habíamos vuelto a pelear, sin embargo, algo dentro de mí me susurraba a lo lejos que no me hiciera falsas esperanzas; después de todo, no era la primera vez que Guillermo parecía haber cambiado para luego