LUZ MARTIN.
Llegué a una gasolinera con las piernas temblando y deseando que las cosas mejoren un poco. Tenía suficiente dinero para alimentarme y poder vivir en un hotel hasta no tener otra opción y tomar un autobús a cualquier otro sitio fuera de esta ciudad que no paraba de recordarme mi identidad.
A partir de ahora me llamaría Elizabeth hasta que pueda volver a mi vida normal. Porque deseaba que eso al menos se cumpliera y pensaba que eso seria momentáneo hasta que Hardi se olvidara por completo de mi existencia.
Tras llegar a la gasolinera, entré al almacén que estaba abierto la 24hs, o al menos eso decía el cartel luminoso de neón rojo que cambiaba a verde y luego a azul.
La chica que atendía el puesto me preparó un té con leche y un sándwich para acallar el hambre.
—¿Puedo pasar la noche en la silla de mi mesa? —le pregunté, avergonzada.
Me miró de mala manera y no me quedó otra que llevarme una mano al vientre para darle el indicio de que estaba embarazada.
—Sí, pero si se ata