Llorando en silencio en un gran apartamento, donde no soy bienvenida y teniendo un esposo con el que soñé debido al espejismo que había creado de él, me quedo en la solitaria sala abrazando mis piernas mientras pienso en lo patética que es mi vida.
A las dos horas, la puerta del ascensor se abre y yo pido mentalmente que no sea Harding con nuevas palabras hirientes. Por fortuna, es Parker, el mayordomo, quien trae varias bolsas consigo. Mismas que coloca a mi lado.— Aquí tienes la ropa. — murmura el hombre con frialdad.— Gracias.— ¿Gracias de qué? Tú y tu familia solo han aparecido a dañar a mi buen amo. Lo que menos deseas es que alguien te mire, pero aquí estoy yo, trayendo ropa a una mujer que proviene de una familia ingrata que como todos los demás, sólo debe sacar provecho de mi amo, malditos parásitos. — dice el hombre march&aac