—¡Sí! —exclamó él con voz ronca.
La volvió a besar mientras la penetraba más profundamente, las sensaciones eran insoportables, ella se agitó entre sus brazos, arqueó su espalda mientras él siguió embistiéndola con fuerza.
Stefano entró y salió sin cesar, ambos gemían de deseo, los gemidos de Sand