Sandro trataba de liberarse, pero la mujer se aferraba a él con fuerza como si en vez de brazos tuviera garras. Sandro estaba atónito, sin saber qué hacer. La mujer, por su parte, no paraba de abrazarlo y acariciarlo, ante la mirada gélida de Carlotta.
—¿Ya puedes Soltarme? ¡Me estás ahogando! —exc