Capítulo 1: Feliz aniversario, querida Paula
La música del cuarteto de cuerdas llenaba la sala de cristal en el hotel Imperial con una elegancia tan medida que Paula sintió que incluso sus pensamientos debían vestirse de gala. Todo brillaba, desde los cubiertos dorados hasta las sonrisas falsas de los invitados que se turnaban para felicitar a su esposo por los dos años de matrimonio ejemplar.
Paula sostenía su copa de champán como un ancla. Llevaba un vestido rojo escarlata que su estilista había definido como "letalmente sofisticado" y que ella había elegido con la esperanza, nunca del todo consciente, de recordarle a Rodrigo que seguía siendo la misma jovencita ardiente de la que se enamoró dos años y medio atrás.
O, al menos, que seguía siendo infinitamente más exquisita y mejor que la mayoría de las que él miraba por encima del borde de su vaso de whisky cada vez que pensaba que su esposa no lo veía.
-- Te ves preciosa – le susurró Rodrigo al oído mientras saludaban al presidente de su empresa.
Paula sonrío en respuesta y pronuncio un "gracias" confuso. No dijo lo que realmente pensaba: que su perfume olía diferente, que su risa sonaba ensayada, y que el reloj caro en su muñeca era uno que ella no le había regalado, algo extraño pues en los dos años y medio que lo conocía, la única que le hacia ese tipo de regalos era ella.
Durante la cena, Paula hizo lo que había perfeccionado con los años, sonreír sin apretar los dientes, reír en los silencios incómodos y no mirar demasiado tiempo a nadie, por si acaso alguien se atrevía a reflejarle la verdad.
Pero cuando menos lo esperó, aquello a lo que más le temía se hizo realidad.
Y fue en ese momento, cuando llegó la amante de su esposo Lucia.
Una mujer mayor que ella, de unos treinta años con un vestido que parecía haber sido tejido con provocación pura. La mujer se acercó a la mesa principal con una seguridad que pocas tendrían. Llevaba una copa en la mano y una sonrisa seductora en los labios. La mayoría pensó que era una invitada más del círculo moderno y desinhibido de Rodrigo, por lo que nadie se sorprendió de verla tan cerca de él. Paula, sin embargo, lo supo.
-- Perdón – le dijo la joven, alzando su copa. -- Solo quería brindar por el hombre que me cambió la vida… y el que será el padre de mi hijo – luego bebió todo el contenido de su copa de un sorbo mientras que su mirada estaba fija en Rodrigo... el disque esposo ejemplar.
El silencio fue tan abrupto que hasta los violines dudaron si debían seguir tocando, pero el maestro de ceremonia sabiendo lo que podría pasar no dejo que eso ocurriera obligándolos a seguir con la melodía.
Rodrigo escupió su vino apenas escucho aquellas palabras. Paula en cambio lo miró con una calma tan muerta que dolía.
-- Supongo que eso significa que no habrá pastel – dijo Paula muy segura, dejando la servilleta sobre la mesa con una gracia letal, sin apartarse de su papel de señora.
Se levantó lentamente, y nadie se atrevió a detenerla. Ni siquiera Rodrigo, quien tenía una mirada culpable en el rostro, no la detuvo ni la amante, ni los invitados que ahora buscaban refugio en sus celulares.
Paula caminó como una reina destronada, con la dignidad de quien ha estado esperando demasiado tiempo su momento de huir.
Paula no recordaba exactamente cómo salió del salón y llegó al lobby del hotel, ellos habían reservado una suite imperial para celebrar su segundo aniversario, pero no estaba segura si debía esconderse ahí, o solicitar otra mientras intentaba olvidar la vergüenza que su esposo le había hecho pasar.
Antes de darse cuenta, ya estaba en la recepción, dando su apellido de soltera y aceptando la lleva de otra habitación. No supo cómo llegó hasta allí, solo sabía que estaba en una hermosa suite con vistas a toda la ciudad, una botella de vodka en la mano y los tacones volando por el aire como si fueran enemigos de Estado.
-- A la m****a todo – le gritó al espejo, mientras observaba su patético reflejo.
El espejo no le respondió, pero su reflejo parecía darle la razón, sobre todo cuando asentía y balbuceaba groserías hacia su esposo.
-- Te voy a matar Rodrigo Tafur – decía señalando el espejo con su dedo índice.
-- Nunca voy a olvidar lo que acabo de pasar... eres una escoria miserable – seguía insultando su propia imagen en el espejo.
Luego de una hora, entre tragos y lamentos, Paula creyó haber oído un ruido en el pasillo, había olvidado que estaba en otra habitación. Pero sabia que tarde o temprano el inútil de su marido la buscaría en su suite. Asi que tomó sus zapatos con sus manos, no se los puso porque simplemente no podía mantener el equilibrio para hacerlo. Salió de su suite y se acercó tambaleando hasta la habitación vecina, abrió la puerta que había quedado semi abierta e ingresó... Paula Green se asomó en la habitación equivocada — eso lo supo después — y entró sin pensarlo.
La habitación estaba a oscuras, las costinas black out estaban bajas y no se podía ver bien. La poca luz que ingresaba por la puerta fue apagada apenas ella la cerro. Se podía sentir el vapor saliendo del baño.
-- Cree que con una ducha... borrara toda la humillación... que me hizo pasar – susurró entre cortado. Sentía que la lengua se le trababa al hablar, asi que se detuvo un segundo, su mirada fija en el brillo que se veía a través de una puerta.
-- Te voy a mostrar lo que vas a perder maldito – dijo en el momento que una figura masculina con una toalla en la cintura abre la puerta del baño y sale en ese momento, secándose el cabello con otra toalla sin mirar al frente. Paula, con la visión borrosa, el resplandor de la luz detrás de él y el corazón lleno de rabia vio lo que quiso ver:
“A Rodrigo su esposo infiel”
-- ¡Ah, claro que te viniste aquí a esconder, cobarde! – gritó. El hombre se quedó congelado, había pedido un servicio a la habitación y dejó la puerta entre abierta para que ingrese la mujer, pero no espero que esta fuera a llegar insultándolo.
-- ¿Perdón? – dijo mientras intentaba ver bien a la persona que no paraba de gritar.
-- ¡Perdón! Ja. Eso quisieras miserable, que te perdone ¿no? – siguió con la voz elevada. -- ... ¡No me vengas con "perdón"! – continuó diciendo Paula mientras se tambaleaba hacia él.
-- Dos años. ¡Dos años de mi vida te di! Y ahora tienes el descaro de jugar a las escondidas en este hotel de m****a. Pues mírame bien idiota... ¡te encontré! –
Y entonces lo besó.
Fue un beso torpe, agresivo, más mezcla de alcohol y despecho que de lujuria. El hombre, visiblemente sorprendido comenzó a retroceder, queriendo quitarse a este mujer loca de encima, pero ella no lo dejó.
Retrocedió tanto que terminó tropezando con su propia toalla que había caído en el piso, chocando su espalda contra la pared.
-- Señora... esto... – intentó hablar, una vez que los labios de Paula se separaron.
-- ¡No me digas "señora"!, ¡maldito...! gracias a tu amante ahora volví a ser una señorita, como si no me conocieras... desgraciado – volvió a gritar ella, y lo volvió a besar. Pero ahora sintió algo duro contra su cuerpo, al caerse la toalla su hombría se había despertado, él acababa de volver de un viaje de negocios y había pedido un servicio especial, asi que estaba necesitado en el aspecto sexual y gracias a los besos arrebatados de Paula, su instinto animal había despertado.
Ella bajo su mano y pudo tocarlo, sin querer se excito demasiado, hacia mucho que no tenía relaciones con su esposo, Rodrigo siempre ponía una excusa cada vez que Paula se insinuaba, al punto que ella había dejado de hacerlo, y asi llevaban medio año.
-- No puedo creer que todavía esto te funcione... a claro como no... si has embarazado a tu amante maldito – le dijo y con todas las fuerzas que le quedaban giró con el desconocido arrastrándolo con ella hasta empujarlo hacia la cama.
-- Ahora te voy a mostrar lo que nunca más vas a tener miserable – susurró, mientras se monto sobre él, e hizo lo que quiso durante toda la noche.