CINCO

Kyllian no se había podido negar a las insistente peticiones de su madre para que asistiera a una cena con ella. Así que no le quedó de otra que hacer espacio en su ajetreada agenda, para poder venir a la mansión dónde creció.

Julia abre la puerta tras escuchar el timbre, al percatarse que es el hijo de Susanne le sonríe cordialmente.

—¿Cómo estás? —pregunta Kyllian con amabilidad.

—Muy bien señor.

—Que bueno, ¿Está mi madre? —inquiere quitándose el abrigo que cuelga en el perchero.

—No señor, se ha ido a una reunión en el orfanato —informa la mujer.

—Oh, cierto. Gracias —le regala una sonrisa de boca cerrada y se dirige a las escaleras.

Le urgía darse una ducha, en la mañana su secretaria había derramado café en su camisa, por lo que tenía todo el tórax pegajoso y oloroso a café. Cruza el pasillo que conduce a su recámara e ingresa a ella encontrando las luces encendidas. Sin embargo no le presta atención a eso, y comienza a desvestirse quedando en ropa interior. La joven Willow no se ha dado cuenta de que él está allí, siquiera ha notado la presencia de kyllian que se encamina al baño apresurado. Como ya ha terminado la limpieza, se dirige a la puerta, pero justo Kyllian viene entrando y siente un cuerpo delgado chocar contra su pecho desnudo, haciendo que la chica pierda el equilibrio y suelte un gritito pensado que caerá a las resbalosas baldosas, no obstante, unos fuerte brazos la sujetan de las cadera. Si no fuera por ellos, se hubiera llevado un buen golpe en el trasero.

—¿Estás bien? —una voz grave que ha escuchado antes la hace levantar la miranda, encontrando ese par de zafiros azules que la observan preocupado.

Se queda viéndolo anonadada, sin poder creer que se trate del mismo hombre de aquel día lluvioso. Para la joven es como si fuera el destino que los estuviera juntando, aunque no es creyente de ello, no tenía otra explicación.

Kyllian se aclara la garganta un tanto incómodo por la situación tan comprometedora en la que se encuentran. Él medio desnudo mientras sujeta a una chica por la cintura. Le parece tan cliché todo aquello, que es inevitable no elevar las comisuras de sus labios.

Willow se separa abruptamente mostrando al fin su rostro, que estaba siendo cubierto por su cabello cobrizo. Pero al bajar la vista al cuerpo del hombre, abre los ojos desmesuradamente dándole la espalda.

—¡E-está casi desnudo! —balbucea con las mejillas encendidas—. No tenía idea que había llegado, de lo contrario ya hubiera salido de su habitación. Pero tampoco soy adivina para saber, usted apareció de pronto y... Oh dios, que vergüenza.

Kyllian aprieta sus labios para no reír, le parece un tanto graciosa toda esa situación. Pero se contiene, ya que a la chica se muestra bastante incómoda. Jamás imaginó que volvería a verla, así que lo la tomado por sorpresa encontrarla en casa de su madre, sobre todo allí en su habitación.

Agarra la toalla que cuelga en una de las perchas y la enrolla en su cintura.

—Me he cubierto con una toalla, puedes voltear —le dice Kyllian saliendo del baño.

La joven Willow aparta las manos de su rostro y gira su cuerpo, pero el hombre ya no está. Por lo que recoge los implementos de limpieza y se dispone a retirarse de allí, pero la suerte parece no estar a su favor, ya que uno de sus pies se enreda con el trapeador, ocasionando que caiga al suelo soltando todo lo que llevaba en manos.

—Mierda —susurra en voz alta mientras cierra los ojos, pidiendo que la tierra se abra y la trague viva.

—¿Siempre eres así de torpe? —aparece Kyllian vistiendo solamente un pantalón de mezclilla.

Willow gira la cabeza a su dirección y se atraganta al ver el torso desnudo de aquel Adonis. Su mirada baja lentamente por los pectorales perfectamente tonificados, él es equilibrio perfecto entre cuerpo, ojos y cabello; y es que su pecho perfecto, sus brazos y piernas super provocativas, sus ojos de azul intenso que encantan y su cabello negro con matices de claros lo hacen irresistible para la joven. Casi parecía un modelo de esos de revistas.

Kyllian aclara su garganta llamando la atención de la chica, que se ha quedado observando su cuerpo con más detenimiento de lo habitual. La jovencita abre la boca para hablar, sin embargo la puerta es abierta de pronto mostrando a Julia.

—Disculpe señor Kyllian —se apresura a decir en cuanto lo ve sin camisa—. Venía a buscar a Willow.

La nombrada la mira y termina de recoger los implementos para luego dirigirse a la puerta.

—Vale. No sabía que mi madre había contratado a otra empleada —comenta viendo a la chica que intenta pasar desapercibida—. Y muchos menos estaba enterado que eras tú.

Willow muerde el carril izquierdo de su mejilla con evidente nerviosismo.

—Sí, su madre la contrató hace poco, señor —informa Julia observando la complicidad que traen ambos.

—Ya. Interesante —se limita a responder.

—Con su permiso, señor.

Julia ayuda a la joven con los implementos y se retiran de la habitación de kyllian.

—¿Se conocen? —pregunta la mujer a su lado mientras bajan las escaleras.

—¿Eh? No, no. Nada que ver, ¿por qué lo dices —desvía su mirada al suelo.

La verdad es que Willow no tiene ni idea de lo que acaba de suceder hace minutos, aún no asimila el encuentro con aquel hombre que despierta en ella un sentimiento indescriptible. Julia no insiste en el tema y se dirigen a la cocina.

—Hoy habrá una cena familiar, y asistirá el señor Jean Pierre, el abuelo de Kyllian. Él es un poco difícil de tratar, así que deberás comportarte con profesionalismo, si no créeme que no dudará en que te despidan.

—Pero, ¿Debo ser yo la que sirva la cena? —inquiere la chica nerviosa.

—Sí, la señora Susanne así lo ha pedido. Pero descuida, yo te indicaré lo que tendrás que hacer —la tranquiliza Julia.

—Uff, que alivio. Te lo agradezco —suspira Willow.

Al cabo de un rato, la familia François se encuentra reunida en el comedor de la mansión. Es inevitable para la joven no sentirse intimidada por aquella figura que a simple vista se nota autoritario. Willow no puede evitar sentirse nerviosa en un lugar así, menos con la presencia de aquel hombre, a sus ojos es alguien estricto. Jean Pierre se encuentra en la cabecera de la mesa con las manos entrelazadas sobre la misma, mientras tiene la mirada clavada en su llegada, lo que hace que se mueva con dificultad para empezar a servir la cena. La joven apenas se puede manejar y seguir manteniendo el aire en sus pulmones, piensa que en cualquier momento va a desfallecer, así que hace un esfuerzo sobrehumano para controlar el nerviosismo que azota su cuerpo y la vuelve un manojo de llaves. Lo último que quiere es fallar en su primer día de trabajo, sabe muy bien que si eso llega a pasar podría perder el empleo y no se puede permitir que algo así ocurra, porque necesita el dinero.

—Kyllian, ¿cómo ha estado todo en la empresa? Imagino, que muy bien, de todos modos me gustaría saberlo de ti —pregunta su abuelo, interesado, pero Kyllian no quiere hablar del tema, da un sorbo a la bebida y lo mira a los ojos.

Si embargo, termina respondiendo.

—Todo marcha en orden, no hay ningún problema así que puedo estar tranquilo en estos momentos, la verdad es que las cosas van mejor de lo que imagino, y el trabajo sigue siendo bastante en la compañía. Pero, sabes perfectamente que me gusta trabajar y es algo por lo que vivo —le respondió serenamente mientras se maneja con tanta seguridad, y el abuelo vuelve a pensar en que ya debería ser momento en que su nieto forme una familia, no todo en la vida es trabajo, está bien que labore, pero ya es tiempo de que siente cabeza.

El señor toma de su bebida, está a punto de decirle la decisión que ha tomado para él, su único nieto.

—He pensado en tu éxito, eres excelente en lo que haces, sinceramente me agrada verte triunfar a tu edad, que estés dando lo mejor de ti, estoy orgulloso Kyllian, pero hay algo que me preocupa mucho y lo sabes —soltó, y ya Kyllian sabía lo que diría, por dónde venía, exasperado, así se sentía.

No le gustaba hablar de ese tema, menos que su abuelo iniciara con esa conversación. Él se sentía bien así, solo, no era un hombre de compromisos y eso no cambiaría. Además, ¿por qué buscar a una mujer, en qué cambiaría eso? Su vida era perfecta, así, sin ataduras, eso no lo iba a cambiar por nada. No quería.

—Abuelo, no de nuevo.

—Sí, es importante que pienses en una familia. Es lo más importante, quiero bisnietos, la verdad pienso que es tiempo de que sientes cabeza, de que busques a la mujer idónea y te cases con ella. ¿Por qué no puedes hacerlo? Eso es relevante Kyllian —añadió, no era la primera vez que lo hacía.

—Lo sé, es sólo que le estás dando importancia algún asunto que yo no lo veo de la misma manera y deberías respetar mi decisión de mantenerme así como estoy. No estoy interesado en formar una familia, no es mi deseo, así que te pido que respetes mi decisión, abuelo —expresa en respuesta de forma educada pero franco y espera que con esa contestación sea suficiente para que su abuelo no vuelva a sacar a relucir el asunto otra vez.

Pero es solo el inicio de la conversación, torno al mismo tema.

—Kyllian, no deberías expresarte de esa manera, puede que llegue en su momento y que ahora pienses que formar una familia no es importante, sin embargo más adelante puede volverse algo primordial para ti y cuando suceda ese momento estaré muy feliz. Recuerda que el trabajo no lo es todo y hay cosas más importantes. Solo espero que te des cuenta de ello —continua diciendo con tal de que su nieto acepte de que lo que le dice es cierto, que realmente tiene razón y pueda reflexionar en ese tema, pero conociendo al muchacho sabe qué será complicado puesto qué es alguien difícil, y que pocas veces da su brazo a torcer.

Era idéntico a su padre.

—Sigue siendo tu manera de ver la vida pero mi perspectiva es otra y me siento bien estando soltero, no creo que sea importante como tú piensas —expresa conteniendo el agobio que siente en ese momento, no desea seguir con la misma conversación y ya quiere que el tema quede zanjado.

—Bueno, creo que tú y yo nunca nos vamos a poner de acuerdo sobre ese asunto —suelta y observa sobre su nieto a la muchacha que se encuentra atrás un poco insegura, es capaz de leer su lenguaje corporal y llega a la conclusión de que la joven allí en pies se encuentra cohibida.

Entonces le hace señas a las muchacha,  quién se acerca rápidamente para escuchar lo que le va a decir.

—Sí, señor.

—Por favor, si eres tan amable de traerme un poco de agua. Gracias —le hace la petición y ella la acata.

En todo ese tiempo es incapaz de echarle un solo vistazo al hombre presente. De alguna manera su presencia la somete de una forma que no puede explicar. De manera que se dirige a la cocina a buscar el agua que le ha pedido el señor.

El teléfono de Kyllian comienza a sonar repentinamente y tiene que levantarse para tomar la llamada no sin antes pedirle permiso y disculparse con su abuelo por la interrupción de la llamada. Jean Pierre suspira hondo, su nieto sigue siendo el mismo, el hombre renuente y cabeza dura de siempre, bueno en los negocios, pero un desastre en el tema amoroso.

—Padre, entiéndelo, aún no se siente preparado —habla Susanne llevando un pedazo de carne a su boca.

—Debo presionarlo, si fuera por ti siquiera se hubiera hecho cargo de la compañía. Lo has malcriado a tu manera de una forma que no estoy de acuerdo, es lo mismo que hiciste con mi hijo, llenarle la cabeza de boberías. Así que te diré una cosa Susanne —la señala con el tenedor—. Quiero que Kyllian se case para que herede mi fortuna, de lo contrario, se quedarán sin un centavo de mi bolsillo.

—Pero...

—Te daré seis meses, tiempo que tendrás para conseguir una buena candidata digna de mi nieto. A cambio de esto te daré la mansión familiar —propone secando la comisura de su labios con la servilleta.

—De acuerdo, no se preocupe por ello. Le prometo que encontraré a la futura esposa de Kyllian, de hecho conozco a varias candidatas que podrían ser las indicadas —comenta la mujer sonando segura.

Susanne, una mujer ambiciosa y astuta, está decidida a hacer lo que sea para que su hijo se case con una mujer, con tal de cumplir aquel trato con su suegro, y conseguir su objetivo, ser dueña de la mansión François.

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