03|| Posdata

CHASE

—Chase, ya he escuchado esa excusa antes, no es la primera vez que llegas tarde a trabajar—comienza a reprocharme mi primo.—Debes ser responsable, estás a dos pisos de distancia

—En realidad a cuatro—lo corrijo. Él me observa con cara de pocos  amigos y continúa con su sermón.

—Ves a lo que me refiero, no te tomas nada enserio, piensas que todo es un juego. Tienes veintidós años, ya no eres un niño, deberías tener como prioridad tu trabajo no una fiesta a mitad de semana. La abuela está preocupada, me ha dicho que últimamente vas de fiesta en fiesta, que ya no vienes por las noches, y cuando lo haces llegas a altas horas de la madrugada borracho.

Alfred continúa hablando, pero a decir verdad ya hemos tenido esta charla hace unos días atrás. Más de una vez. La resaca aún no se ha ido, mi dolor de cabeza tampoco y es demasiado temprano como para estar escuchándolo a él o a quien sea sobre mi vida.

Así como dije anteriormente, de aquí a donde estaba hace unos diez minutos atrás, me separan tan solo  cuatro pisos.

Si, trabajo en el mismo sitio donde vivo, más específicamente en recepción junto con mi primo Alfred.

Trabajo aquí desde los dieciséis años. En un principio tan solo ayudaba a Alfred a repartir el correo dentro del edificio, pero al cumplir los dieciocho tomé la decisión de hacerlo de forma legal, con un horario, días de descanso, uniforme y no menos importante, un salario.

Vivo con mi abuela Mary. Mientras que Alfred vive a unas pocas cuadras de aquí junto a su novia Stacy. Somos una familia poco numerosa, a veces siento la necesidad de saber que es de la vida de mis otros familiares, de aquellos con los que nunca tuve comunicación, pero luego de pensarlo dos veces, esa idea automáticamente se borra de mi mente.

Mi abuela, Alfred y yo somos felices.

Somos una familia de tan solo tres integrantes, pero aún así debería sentirme orgulloso, hay quienes ni siquiera tienen una. En cuanto a familia me refiero.

—¿Has oído algo de todo lo que he dicho?—pregunta mientras dobla su uniforme y lo guarda dentro de su mochila.—¡Chase!—grita.

—¿Que?

—Eres un caso perdido—cuelga la mochila en su hombro, da media vuelta y desaparece a través de la puerta principal del edificio.

—Que casualidad— pienso. Ya es la segunda vez en el día que me lo dicen.

A estas alturas ya estoy acostumbrado a ese tipo de comentarios, a la fuerza, he aprendido a sobrellevar y hacer frente a las críticas.

No ha sido fácil, pero tampoco difícil. Yo diría que llega cierto punto en la vida que te acostumbras y haces oídos sordos tanto a las críticas como a todo lo negativo que habla y te transmite la gente. Porque la gente lo que mejor sabe hacer es hablar de los demás, hablar sin saber. Husmear, entrometerse en la vida de los demás sin importar los daños que pueda causar eso. Sin importar si está dañando a alguien. Tan solo les importa estar al día con un chisme.

Y no hablo del típico comentario de barrio como: "viste que Chase ha terminado con su novia" "Te enteraste que Victor el del sexto piso ha engañado a su esposa con una chica diez años menor que él?" "El otro día oí decir a Margaret y Candace que la sobrina de su nieta estaba embarazada"

Una de las desventajas de trabajar en un edificio, es que quieras o no, terminas enterándote de la vida de todos. Y no solo ancianas como mi abuela, incluso mujeres y hombres menores que ella.

Jamás entenderé cuál es la diversión de eso.

Me encojo de hombros y frente a mi aparece la mujer en cuestión.

—¡Abuela!—la llamo intentando captar su atención, pero no me oye.

Va muy concentrada intentando cerrar la puerta a sus espaldas, ya que en una mano lleva un carro de compras y en la otra unas cuantas bolsas del supermercado.

Al mismo tiempo que me acerco hacia ella para poder ayudarla, la puerta se cierra de un golpe y una de las bolsas queda atrapada entre la puerta y la pared causando que esta se rompa y ahora frente a nosotros hay una exhibición de patatas, zanahorias, berenjenas y tomates que comienzan a rodar por el suelo del lobby.

Ya a su lado le deposito un beso en la frente y me inclino para ayudarla con las verduras.—¿Qué te he dicho de cargar con tantas bolsas tu sola, acaso olvidaste lo que ha dicho el médico?—la reprendo

—Que no podía hacer tanta fuerza—rueda los ojos.

—Ven, dame eso—tomo las demás bolsas junto con el carro y las guardo dentro de la habitación qué hay detrás del mostrador— deja esto aquí que cuando sea la hora de mi descanso subiré y las dejaré en la cocina.

—Tu y tú primo me tratan como si estuviese a punto de morir. Y créeme que tendrán que aguantarme unos cuantos años más—ríe—¿pero que te sucedió allí?—pregunta tras ver un pequeño corte en mi frente

—No ha sido nada—digo restándole importancia, y enfocándome en mi abuela y en sus bolsas de compra.

—¡Pero mírate! Te falta el delantal y estás igual que mi abuela Tita—Alex sale del ascensor y aparece frente a nosotros descostillándose de la risa al verme cargar con el carro de compras floreado de mi abuela.—hasta combina con ese uniforme espantoso que llevas.—Alex se coloca a mi lado sin dejar de reír y con un movimiento rápido sin que pueda percatarse le doy un golpe detrás de la cabeza

—¡Mierda Chase! Eso dolió—se queja

—Era la idea—digo dándole otro golpe pero esta vez en el brazo y este vuelve a protestar

—¡Alexander O'Connor!—grita la abuela—que he dicho sobre los insultos.

—Lo siento señora Morrison—se disculpa—Eres un idiota—me susurra

—Te he oído Alexander—lo vuelve a reprender mi abuela y le da un pequeño tirón de orejas. Ella estará sorda, pero tan solo cuando le conviene. Río por lo bajo disfrutando la imagen.

Alex es mi mejor amigo desde que éramos pequeños. El se mudó aquí cuando tenía cinco o seis años no lo recuerdo bien, luego de que su madre falleciera en un accidente de tránsito. Un accidente en el que no solo estaba su madre, sino que también su padre y él. Fue de puro milagro que ellos dos se salvaran, o al menos eso dijeron los médicos, hasta el día de hoy se considera ese fatal accidente como un misterio.

El auto giró alrededor de doce metros tras haber sido embestido por un camión de carga.

Dicho vehículo comenzó a arder en llamas luego de tan semejante golpe.

Lo poco que me ha contado y recuerda Alex, al parecer fue su padre quien logró desabrochar su cinturón de seguridad y el del niño, —a pesar de tener varias contusiones, huesos quebrados y varios moretones en el cuerpo— pero ese no fue impedimento para el señor O'Connor de poder huir lo más rápido y lejos posible del auto, ya que minutos después éste explotó en mil pedazos.

Con su madre dentro.

El día que Alex me relató esa historia, yo no sabía cómo reaccionar, que responder, cómo actuar ante lo que mis oídos estaban escuchando.

Mi cerebro solo podía pensar en que un niño había perdido a su madre.

Un niño sin una madre, es como el ser humano sin el oxígeno. Una madre lo es todo, podemos tener a alguien que ocupe su lugar, pero llega cierto punto en nuestra vida que no va a ser lo mismo. El amor de una madre, no se comprara con nada.

Y hay quienes abandonan a sus hijos, hay quienes se deshacen de ellos como cuál desecho. Aún no logro entender como son capaces de hacer algo así.

—A que no sabes a quien he visto cuando venía hacia aquí—Dice Alex sentado en uno de los sofás qué hay en el vestíbulo y sacándome de mi ensimismamiento.

—Sorpréndeme—Observo a mi alrededor en busca de mi abuela y no logro verla. ¿Cuánto tiempo he estado con mi mente en otra galaxia?

—A Brittany—Responde—iba con un humor de perros, o al menos eso me pareció cuando le dije "Hola Brittany ¿qué tal?" Y me ha respondido mostrándome su dedo corazón e ignorándome por completo.

—Creo que se a que se debe tal enojo—confieso—o mejor dicho a quien se debe—tomo asiento detrás del mostrador, cruzo mi pierna derecha sobre mi rodilla izquierda y me presiono las sienes.—Amanecí junto a ella...—pausa—completamente desnudo. —Alex se cubre el rostro con la mano y niega con su cabeza—No es algo que deba sorpréndeme ya que no es la primera vez que estamos juntos, es decir fuimos ¿novios? Si así se le puede llamar a lo que sea que teníamos.

—¿Pero habías cortado con ella? O eso me habías dicho hace unos días.

—Es que así era, pero luego estuvo la fiesta, y llegué demasiado borracho a casa y sucedió lo que sucedió.

—Pero joder, amigo, ¿están juntos o no?

—No lo se, hoy le he dicho que no, pero...—pausa—sabes que yo no puedo estar solo, siempre debo estar en compañía de alguien, sabes a qué me refiero. Yo no puedo estar atado a una relación, no funciono así. Lo mío son los encuentros casuales, estar con una chica un día y si al otro quiero estar con otra pues que así sea.

Llevo varios años estando con Brittany, ambos sabemos que lo nuestro nunca fue una relación oficial en la que nos presentamos frente a nuestras familias, salimos a cenar, compartimos todo el dia juntos, en fin, lo que suelen hacer las parejas.

Lo nuestro siempre fue algo que sabíamos que no iba a durar mas de unos meses, y llegaría un punto en el que uno se aburriría del otro y ambos volveríamos a ser como antes, dos completos desconocidos. Pero esos encuentros casuales se fueron convirtiendo en algo más que casual, y allí estaba el problema, allí comenzaron los típicos problemas de pareja que tanto quería pasar por alto, esos típicos comentarios de pareja como: "¿Quieres venir a casa a ver una película?" "Mis padres harán una fiesta esta noche, ¿Quieres venir?" "Cuando haremos nuestro primer viaje juntos".

Brittany estaba comenzado a hacer de lo nuestro algo oficial, y no algo pasajero como habíamos planteado en un principio. En ciertas ocasiones la consideraba mi novia, pero en cuanto mi diversión de una noche ya no solo consistía en Brittany sino que también en Hillary, Spencer, Stacy, Taylor, Selene y unas cuantas chicas más que, para ser sincero, no recuerdo sus nombres la situación se complicó.

Mi relación con Brittany, me gustaría decir que es la misma que tengo con las demás chicas con las que estoy y estuve. Pero no es así, y eso es algo que ella no comprende. Porque lo único que busco en las chicas es diversión, distracción, y todo eso lo encuentro en algo tan simple como lo es el sexo.

—Pues recuérdaselo a ella, porque mierda, deberías haber visto su cara, jamás la había visto tan enojada como hoy—Creo que ahora si la cagué con Brittany

WENDY

Hace dos años atrás

El miedo recorría cada parte de mi cuerpo. Ésta situación se estaba volviendo una pesadilla. Una pesadilla que parecía estar recién comenzado y que no iba a terminar pronto.

De un día para el otro él había cambiado, ya no era el mismo chico que me había defendido de un grupo de chicas en el patio del colegio. Ya no era el mismo que, sin conocerme, accedió a almorzar todos y cada uno de los días de ese año junto a mi sin importar lo que dijesen sus amigos.

Él no era así. Me recalco una y otra vez intentando convencerme. Tuvo que suceder algo para que de la noche a la mañana se comportara y actuara de tal manera que parecía otra persona, estaba irreconocible. No era ese chico amable, cariñoso y dulce que conocí hace ya varios años.

Se estaba convirtiendo en otra persona.

Y nunca supe el porqué

Me adentro rápidamente a la casa. Cierro con llave, coloco el pasador de seguridad de arriba y luego el de abajo. Camino alrededor del apartamento comprobando que todas y cada una de las ventanas se encuentran cerradas correctamente.

Me dirijo hacia el sofá blanco que dice presente en la pequeña sala junto a dos sofás más y una pequeña mesita en el centro de ambos. Me siento en uno de ellos, levanto mis piernas hasta dejarlas pegadas a mi pecho y las abrazo hundiendo mi cabeza entre ellas en un intento de quedar hecha un ovillo. Las lágrimas no tardan en salir, y estás de deslizan rápidamente por mis mejillas.

Mi celular sigue vibrando con insistencia dentro del bolsillo de mis jeans, pero aún no soy capaz de tomarlo y ver el identificador de llamada.

No luego de haber recibido el último mensaje mientras atravesaba el pasillo:

"Posdata: te quiero dy"

"Dy" solo una persona me llamaba así.

Solo él, me llamaba así.

Aún con lágrimas en los ojos y con las manos temblorosas logro tomar el móvil. Lo coloco delante de mi rostro y el nombre de Sara aparece en el aparato.

Llamada entrante de Sara...

—Sara...—atiendo al tercer llamado

—Mierda Wendy ¿Por qué has tardado tanto en contestar? Llevo rato llamándote—gimo por lo bajo—acaso ya te habías olv...—Ella se detiene dejando las palabras a mitad de camino —Wendy... ¿Estás llorando?—y en cuanto hace la pregunta comienzo a llorar con mayor intensidad al mismo tiempo que mis sollozos se vuelven más fuertes. —Wendy, por favor, no me asustes, ¿Qué sucede?—Su voz resuena en mis oídos y la necesidad de estrecharme en sus brazos se vuelve cada vez más necesario e imposible a la vez. —mierda, amiga contesta por favor—exige

—Él... él lo sabe. Él sabe donde estoy—mi voz es casi un susurro. La garganta me arde en cuanto las palabras trepan por las paredes de la misma.

—¿De qué estás hablando?—pregunta

—Me ha enviado un mensaje de texto.—hago una pausa—Varios mensajes—me corrijo.—No sé cómo, pero lo sabe. Él me lo ha dicho.

—Tranquilízate por favor. Sé que no es lo más adecuado que debería decirte, pero debes estar tranquila. ¿Estás segura que fue él?

—Tiene que serlo. Me llamó "Dy" Sara. Solo él me llamaba con ese apodo.

Al otro lado de la línea telefónica el silencio absoluto se hace presente. Tan solo soy capaz de oír nuestras respiraciones agitadas. Ni Sara ni yo queremos admitir que definitivamente es él. Decirlo en voz alta haría que fuese más real de lo que parece. Decirlo en voz alta sería como dar por hecho que jamás seré libre, sino todo lo contrario, alguien sometida al poder de una persona de analizar, controlar y vigilar todos y cada uno de mis movimientos.

—Debes volver—la voz decidida de Sara rompe el silencio

—¿A Portland?—pregunto lo obvio

—Si. De lo contrario iré hacia allí. No puedes estar sola, recuerda lo que sucedió la última vez—las últimas palabras provocan que todo mi cuerpo se estremezca.

—La última vez...—pienso—ojalá pudiera olvidar ese día.

—Se que no soy quien para darte órdenes—continúa Sara—pero eres mi mejor amiga, la hermana que jamás tuve, por ende no podría permitir que tú estés allí y yo aquí, que nos separen miles de kilómetros y no ser capaz de estar junto a ti y acompañarte. No estás segura allí, no quiero decir que estás en peligro, pero... en estos momentos debemos pensar lo peor, sabes de lo que él es capaz.

—Lo siento...—Niego con mi cabeza como si ella pudiese verme. Esas dos palabras es lo único que logro decir. Mi cerebro está nulo. No tengo ideas, pensamientos, decisiones, nada, estoy completamente en blanco.—Lo siento...—vuelvo a repetir—pero no puedo volver—las lágrimas que habían cesado vuelven a deslizarse por mi rostro—quedarme aquí, es la única opción que me queda—digo entre sollozos—por favor no le comentes nada a mi madre. Te quiero Sara—dicho eso finalizo la llamada. Sé que he sido dura, ni ella ni nadie tiene la culpa de lo que me está sucediendo, no debería reaccionar de esta forma, pero lo hice. En este momento no soy capaz de pensar con claridad, es por eso que decido encerrarme en mi propia burbuja y aislarme, que, a decir verdad no es la primera vez que lo hago.

Cierro mis ojos con fuerza, me recuesto en el sofá y hago lo que mejor me sale en estos momentos:

Llorar.

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